Ahora que he descubierto este post traspaso aquí el sueño que había puesto en "Escribir lo que se nos de la gana".
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De la serie "Viajes épicos de Pájaro sin nido al reino de Morfeo", llega mi última aventura al otro lado de las puertas de cuerno y marfil (es una amelcochada historia de amor, pero también es apocalíptica y sobrecogedora, así que mola). Mis sueños siempre son emocionantes porque suelo tener menos de una quincena al año y porque casi todos ellos tienen un cierto porcentaje de "argumento lógico-lineal"; son como breves episodios de
La Dimensión Desconocida. Y bueno... normalmente elegiría a algún amigüito para compartir algo tan íntimo como la morfología de mi subconsciente, pero resulta que
no tengo... XD.
El caso es que yo estaba arrebujado cual croqueta de bacalao en mi frazada y, de pronto, ya no estaba allí, sino en mi propio barrio y en mi propio hogar. Mi familia ya no era mi familia, sino que tenía unos padres jóvenes y fortuitamente ausentes, una hermana pequeña de 15-16 años, serena e inteligente, y un hermanito más pequeño de 7-8 años que era un cabronazo adorable (consanguinidad lo llaman). Para finiquitar la transformación onironauta, allí conocía a una chica con la que fluía un
affair bastante utópico de amistad aderezada con un "algo más" de tesituras romanticursis; todo muy chachi, sí.
Los primeros minutos del sueño son los más borrosos en mi memoria. A la chavala, una chica bastante mona (digamos, por dar algún dato fisionómico, que tenía el pelo y los ojos del color de la drupa madura del acebuche
(sí, pertenezco a la clase de ********** que estás pensando)), la había invitado a casa a ver una peli, a zampar o a algo por el estilo (el sueño no era tan específico o no me acuerdo). A mi hermano le había dicho que hiciera los deberes del colegio, pero el renacuajo migrañoso no paraba de hacer el cabra y de lanzar pullitas embarazosas a mi invitada: "¿tú y mi hermano sois novios?", "¿os vais a casar?", "a mi hermano le gustas" y etcétera. Yo estaba buscando un sitio donde esconderme o una máquina del tiempo oportunamente colocada para deshilvanar todas mis cagadas, pero la chica no parecía especialmente incómoda e incluso le hacía gracia el constante ametrallamiento vocal de ese pequeño ahijado de Belcebú.
Entonces enhebré una urdimbre genial de excusas para poner pies en polvorosa y colocar cien mil centímetros cúbicos de oxígeno entre la doncella y el enano.
Out through a door that swung tall and grey, And over the lawn, and away, away! Pero tras salir, todavía en mi urbanización (bueno, en realidad es un recinto cerrado con varios edificios, no una urbanización), la doncella me pregunta que si es verdad lo que mi hermano ha dicho. ¿Me gusta ella? Yo, que soy mal mentiroso y fiel creyente en las mil y una virtudes de la sinceridad (probablemente lo uno esté relacionado con lo otro), le digo que sí, que me gusta... y el caso es que, como es un sueño providencial y fantasioso, yo también le gustaba a ella, y el asunto se ponía un poco picante (en efecto, dos besos contados antes de cambiar de escena (jodidos cambios de escena que frustran sueños potencialmente eróticos...
)).
Había vuelto a casa y le concedía a mi hermano la oportunidad de merendar todo el chocolate que quisiera como agradecimiento, pero añadiendo que se diera prisa porque teníamos que bajar a la biblioteca a ayudar a nuestra hermana. Y aquí es cuando cambia la temática de la narración, porque resulta que todos en la familia somos... ¡genios de la arqueología! Joas XD. En otro cambio de escena estoy con mi hermana y el renacuajo en una biblioteca que en realidad no existe, pero que tiene suficientes superficies acristaladas como para ser obra de Juan Navarro Baldeweg. Juntos hemos estado investigando una serie de manuscritos, incunables, apócrifos y demás parafernalia del año la pera (encontrándolo todo en una biblioteca de barrio, con dos cojones), y tratamos de averiguar cosas sobre el diluvio universal porque tenemos indicios de que podría volver a suceder pronto.
Mi hermana parece preocupada por lo que ha estado leyendo, pero no dice nada y seguimos investigando (el renacuajo va trayendo los libros que le pedimos en un silencio cartujano). Así durante varios días seguidos hasta que mi hermana confirma que ha averiguado algo: un nuevo diluvio de proporciones épicas, bombásticas y hollywoodienses que ni Bruce Willis podría parar está a punto de anegar el planeta. No obstante, la información también podría ser una farsa: los manuscritos y calendarios antiguos suelen ser un poco exagerados, como sabrán aquellos que esperaban algo bueno para la Navidad del 2012. ¿Serviría de algo avisar a las autoridades? Nunca lo sabremos, porque esa misma tarde (en un nuevo salto temporal), salgo de casa y me encuentro con el cielo más acojonante que he visto nunca (excepto una vez que soñé que el cielo estaba pintado al óleo).
Nunca en el cine o en la realidad he visto unos nubarrones tan... convincentes. Porque si lo piensas, las nubes adecuadas para un diluvio universal tienen que acojonar sólo con verlas, y estas acojonaban. Eran una **** masa negra e inmensa en los cielos, pero negra siendo de día: el sol alumbraba desde el horizonte, ya con un tono ligeramente vespertino, pero la tormenta parecía el cielo nocturno. El mal agüero que rezumaban esos cumulonimbos hipertrofiados y mesosféricos casi casi tenía identidad propia, y toda la gente que iba por la calle se quedaba mirándolos pasmada durante unos segundos hasta que se daba cuenta de que eso no era normal y se marchaba escopetada de vuelta a la seguridad del hogar.
Yo también me doy la vuelta y penetro en la urbanización, cubierta con un techado sujeto por pilastras que conforma una especie de patio cubierto en forma de soportal. Antes de que consiga avanzar los 150 metros que hay hasta mi edificio ha empezado a llover y el sol ha sido cubierto por alguna nube poco espesa, pero lo suficiente para teñir la atmósfera de grisalla. Subo a mi piso y les comunico a mis hermanos lo que ellos mismos ya han deducido, y miramos sobrecogidos por las ventanas: el diluvio se ha convertido en la mayor tromba de agua imaginable; hace un ruido ensordecedor, como una catarata; la visibilidad es casi nula, por mucho que en la calle hayan empezado a encenderse las farolas; se encharca todo en cuestión de un par de minutos, y las calles se han convertido en ríos y torrentes en menos de 10. De pronto suena el timbre, y descuelgo, y es justo la persona en la que estaba pensando: la amiga que días antes se había convertido en mi novia grita a través del auricular y me pide que le abra la puerta de la urbanización, y me da un vuelco el corazón.
Entonces empieza el
flashback (mis sueños son puñeteras pelis) y retrocedo a un momento antediluviano para contemplar los hechos desde el punto de vista de la chavala. Ella está en su casa de alquiler, viviendo sola y aburrida, y advierte la poca luz que hay en el exterior. Se asoma por la ventana y asocia la opacidad sobrenatural de las nubes con mi investigación, así que se prepara en un santiamén, atraviesa la puerta y se sube a la moto. No pasan ni cinco minutos antes de que la cortina de agua caiga sobre ella, la empape y casi la haga perder el equilibrio. A una manzana de distancia, en una calle totalmente vacía excepto por un señor que corre despavorido, deja la moto y avanza a zancadas levantando mucho los pies; más de veinte centímetros de agua cubren las aceras. Cuando llega hasta el enrejado que hay en la puerta de mi urbanización agradece poder agarrarse, porque el agua ha adquirido fuerza cinética y está ha estado a punto de derribarla varias veces. Cuando le franqueo el paso aún tiene 150 metros por delante, pero cuarenta centímetros de agua se deslizan burbujeando hacia ella. Está congelada y muy cansada, pero consigue avanzar tomando asidero en los bancos, pilares y papeleras.
Mientras, he arrancado con una tijeras una de las mangueras del edificio, que miden cerca de 30 metros, y he bajado hasta el portal. Todo el patio, a pesar de que la inclinación es leve, está cubierto por más de medio metro de agua corriente, y su sonido restalla con fuerza. Localizar a la chica en un trayecto recto no supone un gran problema, pero sí que todavía esté a más de 40 metros, abrazada a una columna y con pánico en la mirada. Me sonríe como diciendo: "Oh, hola. Creo que me he meado encima y que voy a palmarla, pero gracias por bajar a recibirme".
Unos metros más y lograría aferrar la manguera, así que me empapo y, mientras el portal se vuelve un pantano, me tiro a la corriente... y me estampo patosamente contra la columna más cercana; el otro extremo de la manguera queda a dos metros de la chica, que salta para agarrarla. Se ha enganchado, pero al perder el sólido apoyo de la columna sus pies son arrastrados y queda sumergida debajo del agua. Comienzo a tirar de la cuerda lo más rápido que puedo; ella asoma la cabeza de vez en cuando, intentando por todos los medios coger aire. 15 metros, 10, 6, 4, 2. Consigo agarrarla de la mano y sacarla del agua, y ella empieza a toser violentamente, hasta que expulsa un pececillo y me sonríe con aprobación (algunos tíos soñamos involuntariamente con sonrisas de aprobación y pececillos).
Llegar hasta el portal es más fácil gracias a que yo estoy menos cansado y sólo son cuatro o cinco metros de distancia. Ya dentro nos tiramos agotados al suelo, por encima del nivel el agua. Fuera está completamente oscuro, aunque a juzgar por la hora todavía debería haber luz. Ella recobra el aliento y me abraza, me besa, y me dice: "He venido a pasar el diluvio universal contigo". En ese momento me siento cálido y feliz a pesar de que vamos a morir ahogados, hipotérmicos y cubiertos de sabañones. Seguirá lloviendo hasta que los percebes puedan crecer en el lavavajillas y una morena anide en el inodoro. El caso es que la chica me besaba como si no hubiera un mañana (y no lo había) cuando me desperté... ¿Y pensáis que me lamenté por otra escena erótica frustrada? ¡Pues no!... Porque me estaba meando
.
...
Curiosamente, este sueño entronca con otra de mis más recurrentes imágenes mentales: vivir atrapado en la limitada área del hogar porque el mundo exterior está cubierto de agua y pasar los días frente a la ventana, viendo pasar ballenas y bancos de peces.
P.D.: Sí, ya sé que cambio de tiempo verbal como quien cambia de genes en una novela de Kafka, ¡pero no trato de hacer literatura! Si he cambiado de tiempo verbal porque sí, pues porque sí así se queda (los
leones marinos me enseñaron que saltarse la ley es
cool).
P.D. 2: Tonto quien me cite sólo para decir que no piensa leerse un texto tan largo. ¡Ni que te obligaran, pazguato lametruchas!