Si esa persona (o personas) se arrepiente de lo que hizo y quisiera sinceramente ser mi amigo/a, hoy en día gracias a Dios puedo decir que sí, con muchísimo gusto
Desde que Dios me dió la gracia de perdonar a los que me hicieron daño de una forma o de otra, hoy en día puedo decir que no tengo enemigos, por lo menos de mi parte no veo a nadie como enemigo. Antes si, guardaba mucho rencor y tenía incluso deseos de venganza, llegué a pensar y desear cosas terribles. Pero desde hace algunos años desde mi encuentro personal con Dios una de las primeras cosas que cambió en mi fue sacarme todo ese odio, ese rencor y ese resentimiento contra mis compañeros de la escuela que me hicieron daño, y contra toda persona que hiciere lo mismo. Cuando experimenté y sentí el amor de Dios automáticamente todo eso desapareció y hasta se me hizo fácil perdonar. Ahora veo a todos como amigos, incluso si no me quieren, es muy lindo vivir sin esa semejante carga del odio y del resentimiento, se es más libre y más felíz, y sobre todo, más saludable. Perdonar es una necesidad primero para nuestra salud, porque nos hacemos mucho daño con el resentimiento. Creo que deberíamos hacerlo aunque sea por amor a nosotros mismos.