Nunca me sentí cómoda con la etiqueta de Hikkikomori, que implica aislarse por eventos traumáticos en la vida, temor de enfrentar la vida adulta debido a un sistema social que te exige pero no suele darte las herramientas para enfrentar esas exigencias, y, claro, lo de las relaciones 2D al idealizar al otro, los video juegos, la realidad alterada por solo consumir caricaturas (hay buenos animes, claro, pero no todos).
El tema me parece trágico, pero creo que su tragedia tiene, en muchos de los casos, raíces en la responsabilidad de la sociedad. Hay culpa en la sociedad japonesa, así como responsabilidad en los hikikomoris y en sus padres. Es un tema dramático. Pero entonces aparece el olvidado síndrome de Oblómov (y ya lo mencioné antes, pero supongo que nunca es suficiente) y es curioso cómo ambos tienen de protagonistas a individuos aislados, pero el hikkikomori es una víctima/victimario de la sociedad. El oblomoviano es un idiota:
Oblomovismo y Oblomovitis se refieren a la pereza fatalista que Oblómov demuestra. Oblómov es el protagonista de la novela de Iván Goncharov (siglo XIX). Es un noble joven y generoso que parece incapaz de hacer nada con su vida. A lo largo de la novela, raramente sale de su habitación, donde permanece tumbado en un diván intentando evitar los problemas, las propuestas y las obligaciones que le llegan del exterior. Hasta la página 150 no se decide a salir de la cama.
Su rasgo más interesante y sin duda perdurable es que contempla su propia decadencia, su caída en picado como un drama universal que le imponen fuerzas ajenas a su propia realidad y voluntad. Y cuando la melancolía y tristeza de su buscado drama personal se le impone como realidad, Oblómov se refugia en los idílicos vapores consoladores del recuerdo de la infancia, a los que Oblómov acude en ensoñaciones cuando la propia incapacidad de resolver su situación le bloquea y desbarata como a un muñeco roto.
El Síndrome Oblómov se describe como una suerte de enfermedad maldita para la que no existe una cura eficaz y duradera. Tiene mala prensa el Síndrome Oblómov, y a los que de vez en cuando nos sentimos atrapados por él, incluso nos da vergüenza reconocerlo, e intentamos salir ruborizados de su abrazo que intuimos como una terrible marca que nos señala ante la sociedad como malditos y apestosos inútiles, incapaces de acciones que conducen al progreso y avance del mundo.
Entonces: ¿hikkikomori u oblovmiano?
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