Pese a este título tan aparentemente jovial y alegre se esconde una triste desgracia que hoy paso a contaros.
Mirad, he estado esta tarde en una librería de mi ciudad buscando una guía de viajes, ya que me ha dado la venada de ir, contra todo pronóstico, a Nueva York estas Navidades. Por contra, la mayor parte de las personas que allí se codeaban y esperaban insufriblemente la cola tenían la trascendente tarea de equipar a sus retoños para el duro regreso a la escuela. Y entonces sucedió...
Se necesita una mente muy disciplinada para evitar el desánimo. No es mi caso. Y caí...
En principio, pensé: "Vaya suerte, mira que colas te ahorras. ¡Pobre gente, que esforzados padres!" Pero a modo de férrea lucha de voluntades mi
ello hablaba ya con propiedad y toda la autoridad que el mandato biológico le confiere. "Prefiero una y mil veces estar aquí con mi familia haciendo algo verdaderamente trascendental que es sacar a una familia adelante que ser un libertino y pensar sólo en mí mismo, planeando viajes remotos todavía en el tiempo para no pensar en el triste presente que tengo montado".
Es sencillo pensar que la lógica y la razón, la comodidad de pasar tan sólo unos minutos en la siguiente librería para encontrar mi libro y marchar para casa, tendrían que triunfar sobre el cada vez más farragoso mundo de los padres. Sin embargo, siempre triunfa lo irracional, las emociones, el deseo, el anhelo de realizarme como hombre, como padre, como ser humano, en definitiva. Habrá personas que no den a esto gran importancia pero yo llevo queriendo tener una familia desde los 18 años. Y considero que, aparte de los logros profesionales, formar una familia es el desafío más elevado al que se puede someter un ser humano, así como uno de los sentidos de la vida, con mayúsculas.
El caso es que no puedo decidir. Otros tuvieron esa posibilidad. En su momento, decidieron ser pareja, ser novios, casarse y tener hijos. Hasta cierto punto tuvieron una libertad de elección. A mi no se me han dado opciones. Por tanto, me quedo con la vida cómoda, con los viajes, con una vida dedicada al trabajo y al ocio, en partes muy asequibles y moderadas. Mi vida será larga (espero) y aburrida. Está claro.
Quizás otros digan: "¡Joder, que suerte tienes! ¡Ya me gustaría a mí poder estar ahora libre de responsabilidades!" Pero no conozco de padres que hayan tenido ideaciones suicidas para librarse de la dura carga de los hijos y sí de aquellos que han quedado solos, al margen de la sociedad, varados en un meandro, estancados, sin rumbo y sin apoyos de nadie o casi nadie. En este sentido, mis padres están a muerte conmigo pero no me basta.
Hice una promesa frente a la tumba de mi abuela. Ella siempre tan interesada en que encontrase una chica, al igual que otros miembros de mi familia. No lo hago sólo por ellos, esto no es resultado de la presión social, lo hago por mí, porque creo que sería mejor persona, porque creo que es lo justo, que es lo debo hacer, lo que me piden los más altos valores e ideales del ser humano. Nunca me rendiré.