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Iniciado por ariel23casla
supongamos que hay 2 personas que quieren conocerte,la primera de ellas,es una persona que le va bien en la vida,tiene trabajo,muchas amistades y es feliz,pero es comprensiva y tiene un buen corazon.quizas salir con esta persona podria cambiar tu vida.
la segunda persona es alguien que tiene fs,es algo depresiva no tiene amigos y le cuesta conseguir trabajo o estudiar,quizas no tenga una vida feliz,pero esta persona es igual a ti y a lo mejor puedan ayudarse mutuamente.
la pregunta es con cual de las 2 te quedas? con aquella que es feliz y tiene una vida normal o prefieres esa persona que es igual a ti y le cuesta llevar una vida normal?
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Realmente pocos mensajes tan escuetos dejan entrever la concepción vital de una persona
. Dividir al mundo en dos tipos de individuos a los cuales asirse que serían, básicamente, una especie de buen/a samaritano/a (primera persona) y un/a leproso/a (segunda persona). No, no es pasarse, es análisis a vuela pluma que me inspira este cuestionario.
La primera persona sería alguien perfectamente integrada en la sociedad, alguien sin problemas, con la vida medianamente resuelta, pero -y esto es lo verdaderamente trascendente- con un corazón tan inmenso como la Gran Manzana que no le cabe en su enjuto pecho y es capaz de apiadarse de pobres infelices como nosotros/as, teniendo compresión con la vileza que nos adorna.
Con la segunda persona pasa justo lo contrario. Representa a alguien que, todavía, está por debajo de nuestra categoría en la estatus social (para su desgracia, probablemente, ni conozca este foro) logrando con su depresión crónica inspirarnos lástima y congoja. Es emocionante, no me digan que no, tenemos la oportunidad de ejercer el papel de hombro en el que pueda esa persona descansar del sufrimiento que le aflige.
Pensando como pienso, si fuera la primera persona jamás sería tan prepotente de presentarme ante alguien en cuyos ojos detecto un padecimiento con un semblante de plena (y falsa) felicidad, ni de colocarme mediante mi comportamiento ni siquiera un escalón por encima del mismo. Y si ese alguien pensara que, efectivamente, lo estoy le haría comprender lo sumamente equivocado que se encuentra. Por ende, si fuese la segunda persona no toleraría que me invitaran a aposentar mi cabeza en un hombro que, previamente, se ha colocado lo suficientemente alto para que compruebe mi puesto en el mundo de los parias. No soy ni el uno ni el otro, así que, por principios, no elegiría. Nos aceptamos los dos, los tres o los cuatro como somos o rompemos la baraja de este juego macabro
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