¡Hola!
He visitado otras veces esta página y nunca llegué a suscribirme. Me he suscrito precisamente por este tema: la sensación tan desagradable que viene después de ciertos encuentros sociales.
Tengo que decir que mi fobia social, si la tengo, no es de una gravedad extrema; pero hay cierto dolor, bloqueo, malestar... constante desde mi infancia que se acerca mucho a todas las descripciones que circulan por estos foros.
Cuando voy a una reunión con amigos o con gente del trabajo, por alguna maldita razón, echo sobre mis hombros la carga de que ese encuentro salga bien. Si veo caras de desinterés o bostezos, o se me escoge como blanco de alguna broma (inocente o no), tengo la sensación de que mi mente se oscurece y se retrae, y empieza a volver una y otra vez sobre la frase o las imágenes que me asestan el golpe. Ahí comienza una especie de alejamiento entre el mundo y yo, como si hubiera una capa espesa que me separara de la realidad y me impidiera actuar como lo haría normalmente. Desde ese momento en adelante, todo parece ir cuesta abajo: las conversaciones pierden su fluidez, las miradas cariñosas se convierten, a mis ojos, en miradas de lástima, los razonamientos pierden su solidez, la respiración y la voz se endurecen... Es una sensación tan próxima, pegajosa e incapacitante como la de las pesadillas, pero, desfortunadamente, sus efectos duran mucho más que los de éstas. En resumen: uno se siente imbécil, inútil y culpable.
En mi caso, esa bajada al infierno consume toda mi energía y me anula durante unos días, en los cuales soy un trapo sin fuerzas para nada, un fantasma que, haciendo unos esfuerzos tremendos, se deja llevar por la rutina para no quedarse en su madriguera.
Creo que, en gran medida, este infierno lo creamos nosotros mismos con mucho tesón, con mucha mortificación, mucha autopercepción envenenada (y venenosa), mucha cobardía y una altísima dosis de victimismo. Es muy tentador responsabilizar al Otro (ya sean los amigos, la sociedad, los compañeros de trabajo...) de lo que me pasa y jusitificar mi pasividad con esa culpabilidad presunta. Pero identificar al culpable (si es que lo hay) es sólo el primer paso (a veces, ni siquiera es necesario) para solucionar el problema. Ser víctimas no legitima que nos crucemos de brazos. Tenemos que buscar soluciones. A ver si entre todos avanzamos un poquito, por mínimo que sea.
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