"El hombre es vil; a todo se acostumbra."
"-¿Qué cree usted? – prosiguió Razumijin, elevando más aún la voz-. ¿Cree usted que yo me irrito porque dicen mentiras? ¡Ca! ¡A mí me gusta que mientan! Mentir es el único privilegio del hombre frente a las instituciones."
"-Lloras, hermana. Pero, ¿puedes tenderme la mano?
-¿Acaso lo dudas?
Dunia le estrechó entre sus brazos.
-¿Acaso no lavarás la mitad de tu crimen al aceptar el sufrimiento? –exclamó Dunia, besándole, sin dejar de abrazarle.
-¿Mi crimen? ¿Qué crimen? –gritó él, de súbito, en un repentino ataque de furor-. ¿El que haya matado a un piojo nocivo, asqueroso, a una vieja usurera que no hacía falta a nadie? Por matarla habían de perdonar la mitad de los pecados. Esa vieja chupaba el jugo de los pobres. ¿Es eso un crimen? No pienso en él, ni pienso lavarlo. ¿Por qué me repiten todos, de todas partes, “tu crimen, tu crimen”? Sólo ahora veo cuán absurda ha sido mi cobardía, ahora que ya me he decidido a pasar por esta innecesaria vergüenza. Si me decido es sólo por vileza e incapacidad, y quizás aún por el beneficio que me reporta, como me propuso ese… Porfiri…
-¡Hermano, hermano! ¿Qué dices? ¡Has derramado sangre! –exclamó, en un rapto de desesperación, Dunia.
-Sangre que todo el mundo vierte –replicó Rodia, casi furioso-. Sangre que corre y que siempre ha corrido a cascadas. Quienes la derraman como champaña son coronados en el Capitolio y declarados bienhechores de la Humanidad. Mira con más atención y juzga. También yo quería el bien de las personas y habría hecho centenares y millares de buenas obras en pago de esa única estupidez, que ni siquiera ha sido estupidez, sino torpeza, pues la idea no era tan estúpida como parece ahora, después del fracaso… Cuando se fracasa, todo parece estúpido… Con esa estupidez, sólo quería alcanzar una situación independiente, dar el primer paso, obtener recursos; después, todo se habría borrado por una utilidad infinitamente mayor en comparación… Pero no he resistido ni el primer paso, porque soy un imbécil. Esa es la cuestión. Con todo, no voy a mirar las cosas con vuestros ojos. Si me hubiera salido con la mía, me habrían coronado; ahora, claro, ¡a la mazmorra!
-No es eso, ¡no es eso! ¡De ningún modo! ¿Qué estás diciendo?
-¡Ah!, no es ésa la forma, no es una forma bastante estética. La verdad, no lo comprendo. ¿Por qué es más respetable lanzar bombas a la gente de una ciudad sometida a un asedio en regla? ¡El miedo a la estética es el primer síntoma de impotencia…! Nunca he tenido tan clara conciencia de ello como ahora; y ahora, comprendo menos que nunca cuál es mi crimen. ¡Nunca, nunca he sido tan fuerte ni he estado tan convencido como ahora…!"
Crimen y Castigo - Dostoievski