Soledad y verano.
Ignoro que mi obtáculo más grande es la soledad,
ignoro que mi presencia hace de ella algo legítimo.
Presto oídos a mis pensamientos y preciso escuchar,
esa voz de la soledad que piensa por mi ahora es pesada,
cada vez mas pesada que todos los pensamientos.
Tengo con la soledad un pacto de grandilocuencia,
un pacto que solo ella y yo tenemos por conveniencia,
como plegarias que necesito, como plegarias muy peligrosas,
peor que la misma soledad, peor que la mas corta distancia con los demás.
Solo me prometía un verano sin fronteras,
un verano sin promesas como aquellas,
guardando los recuerdos de mi existencia,
permaneciendo sin sed y nobleza.
Era un pobre verano sin promesa,
casi tan corto como las nubes y las primeras,
primeras que ví con ojos grandes,
ojos negros al atardecer en la hojas mas blancas,
el estío mas peligroso que hacia del verano solo un placer.
Ahora olvido todo verano,
toda raíz unida al tallo de mis hojas,
todo taladro que forman las montañas,
y como toda evolución que hace de esto solo,
como un rumiante telescopio que escapó con las estrellas.
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Yo no sé escribir poemas, así lo anterior no tenga nada de sentido, espero que no sientan malestares con lo que escribo.