En las tinieblas Dios mío estaba, mi piel temblaba en la soledad no veía nada solo tu cruz y el reprojo de mi vida mis mejillas carcomidas de lagrimas secas ¿Quién me recordaba Señor? Todos me habían olvidado y reían sus vidas y la mía se carcomía como una llaga apestosa, elevé mi mano hacia ti con la esperanza de que la tomaras y me elevaras y llorando en el piso derrotada no tenía fuerza para levantarme. Afuera un montón de perros rabiosos esperando para devorarme tenía miedo señor por dentro gritaba muy fuerte erizada asustada ¿Por cuales lugares anduve? ¿Qué tantas cosas mire? Podrías ver Dios todo lo que me llevó a las cloacas donde solo hay mugre, soledad, silencio, incertidumbre temor donde hablar conmigo era la forma de opacar la nada. Me arrastre por el suelo para alcanzar a tocar tu cruz y sentí brotar tu sangre sobre mi y tu mirada afligida que me decía que me levantarías, tú que hasta en mis sueños macabros donde seres oscuros me atormentaban llegabas a liberarme tuviste compasión de mi. Lloré lágrimas de sangre pero así te conocí y aprendí a amar mi dolor porque además aprendí a tenerte fe y saber que eres más que esta vida que está llena de polilla, maldad, lo inexplicable y donde no todos creen poder ser amados. Tú Dios eres pasivo y sereno pero tienes la espada puesta actúas con inteligencia y aun así eres más puro que un niño pequeño.
No negare mi dolor mi realidad porque es lo que soy y si hay quienes se rebajan a pedir algo que comer y recibir escupidas entonces Dios yo puedo ser poco para ser valiosa a tus ojos. Mira mis ojos Señor y dime qué vez se qué vez dolor pero déjame ser lo que soy para aprender las lecciones de mi vida y en el silencio encontrar sabiduría y curar el rencor y el trauma de vivir. Sé que serás el motivo de mi vida y aunque te decepcione a veces no me alejare de ti jamás. Tus sabias palabras siempre irán atadas a mi cuello y remarcadas en mi frente.
Ellas me mantendrán con vida.