La timidez
La timidez es ese gran enemigo que muchas
veces nos azota y que muchos de nosotros hemos
arrastrado desde pequeños.
Es curioso que le terminemos cogiendo
odio y despreciándola cuando la verdad es que hace
cosas por nosotros muy buenas. Si quieres saber
porque sigue leyendo...
Todos recordamos como nos costaba hablar delante
de clase, hacer amigos nuevos... Y esas
sensaciones se quedan muy hondo en nuestro
corazón.
Muchos conseguimos salir adelante y otros terminan
toda la vida poseídos por su timidez sin dejar salir su
sociabilidad.
Se aíslan y terminan más solos que la una. Para
solucionar el problema de la timidez, lo mejor es
saber y averiguar porque ocurre.
La infancia reprimida
Cuando salgas a la calle fíjate en el primer niño que
veas. Ellos no tienen miedo social y vergüenza
como nosotros (excepto en contados casos).
Ellos gritan, corretean y juegan. Son capaces de
decir a la cara a un desconocido: “¿Por qué viste
usted tan mal señor?”.
En una ocasión fui a comer a un restaurante chino y
mientras comía se me sentó delante la hija de los
dueños del restaurante y empezó a contarme de
todo y a jugar a mi lado. Y luego de mí, lo hizo con
otros dos clientes sin conocerles de nada.
Pero pronto pasó lo que pasa siempre con los niños:
Les reprimen. Vino su madre y la hizo irse de allí, en
consecuencia ella se puso a llorar.
Aquí tenemos una muestra de cómo la represión
empieza a acrecentar nuestra timidez. Y pasamos
de hablar con completos desconocidos a no
atrevernos ni a pedir la hora en la calle.
Por supuesto esto se agrava más si el niño es
hiperactivo, ya que los padres le castigan aún más
constantemente. Esta serie de represiones terminan
haciendo que el niño asocie:
Hablar con desconocidos = malo, castigo.
Por lo tanto, como los seres humanos somos listos,
terminamos por optar a no hablar a desconocidos.
Este y otros factores que narraré más adelante
reflejan muy bien porque muchos terminan
haciéndose unos tímidos empedernidos
incapaces de mantener sanas relaciones
sociales y aún más con desconocidos.
O, aunque tengas relaciones sanas, no eres tú
mismo debido a otros factores y esto te causa una
infelicidad constante.
La gente que aparenta siempre cara los demás
es infeliz porque no disfruta para si misma,
disfruta para los demás, para sentir una sensación
primitiva de importancia.
La figura paterna
Este es otro punto muy importante en el desarrollo
psicológico y social del niño.
Los padres y madres son una de nuestras
principales figuras. Los padres suelen ser un modelo
a seguir para sus hijos.
Nuestra figura paterna ha tenido un papel importante
en nuestra personalidad.
¿Qué ocurre si hemos tenido una figura paterna
tímida?
Imaginemos el caso de un niño de 6 años que va a
comprar con el padre. A este le toman el pelo en la
panadería y el niño lo ve. Le dan un pan que no era,
el padre no dice nada y el niño lo ve.
Ve día a día como su padre se comporta diferente
fuera de casa, es más tímido, suele bajar la cabeza
al hablar... Encima en casa es un calzonazos.
¿Qué modelo seguirá el hijo? Las personas
aprendemos casi todo de los demás, y a pronta
edad, aunque no queramos nuestra figura paterna
es cómo nos comportaremos nosotros, esto es grave
en el caso anterior ya que hará que el hijo sea
sumiso con las mujeres, vergonzoso y tímido.
¿Por qué?
Por qué desde pequeño ha visto a su padre con esa
actitud. Si su padre hubiera sido decidido, líder,
abierto... El hijo hubiera visto ese comportamiento en
directo y en consecuencia lo podría imitar.
Esto se agrava cuanto más se idealice la imagen del
padre/madre, aunque en esas edades se suele
idealizar siempre, sobretodo porque nuestro
padre/madre nos cuentan cuan magníficos son y
cuanto éxito han tenido.
Se pintan a si mismos hipócritamente como súper
héroes aunque al salir a la calle hablen con la
cabeza agachada y casi ni se les oiga.
Cómo al ser pequeños nos lo creemos todos nos
creemos que nuestros padres son unos
fenómenos y los idealizamos.
La presión social en el cole
Esto tal vez es lo que termina de rematar lo poco de
sociable que teníamos. Los colegios enseñan bien
las materias pero muy mal la filosofía a seguir en la
vida.
Fomentan la competitividad pero no resaltan lo
bueno del fracaso, por lo tanto, los que fracasan en
vez de verlo como algo bueno y un paso más hacia
el éxito, terminan retirándose y viendo la
competitividad como algo malo que destruye.
Cuando entramos en el colegio se forman grupos,
los más dominantes son los populares, el resto los
normales y por último “los marginados”, que no
suelen ser más de dos o tres en clase.
Son los que están a la cola de la lista, que tienen
miedo de salir a la pizarra, de cagarla, que sienten
pánico cuando hacen grupos de trabajo en clase
porque no saben con quién ir... (Yo era así de
pequeño y lo pasé muy mal)
Si hemos sufrido mucha represión en la infancia y
nuestra figura paterna era sumisa, en esta etapa no
sabremos defendernos bien y terminaremos siendo,
con muchísima suerte, de la cola de los normales.
Si además, empezamos a sufrir Bullying (esto suele
ocurrir entre los 13 y 17 años) nuestra personalidad
se verá más minada, nuestra desconfianza ante los
demás más acrecentada y la soledad será uno de
nuestros recursos más utilizados para despejarnos
del mundo exterior.
Empezaremos a ver las relaciones como algo impuro
y deberá pasar bastante tiempo hasta que
empecemos a confiar en los demás, incluso algunos
se pasarán toda la vida con una marca escrita en la
frente de: “No confío en nadie”.
La verdad es que hay que cuidar que un niño nazca
sano mentalmente, creyendo que es único y que
jamás debe mirar lo que quieren los demás, sino lo
que quiere él.
Enseñarle la importancia del respeto a SÍ MISMO.
Nuestro propio egoísmo se vuelve contra nosotros y
nuestros hijos.