Cita:
Iniciado por moddius
"¿Te emocionas tanto con las relaciones o amistades nuevas que bombardeas a la otra persona con atención, solo para darte cuenta de que esa persona se vuelve distante?"
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Ciertamente me da por explorar, al principio de las relaciones, la paciencia de las personas que se interesan por mí, porque me emociono tanto que no consigo creérmelo del todo (antes era mucho más acusado que ahora). Además, al no considerarme acreedor de tales amistades (a pesar de desearlas), las boicoteo de las maneras más variopintas para justificar mi eterno aislamiento emocional. Es como si no quisiera que se acabara el "chollo" de mi eterna desdicha, en la cual estoy tan cómodamente instalado. También tengo miedo de contemplar cómo se decepcionan conmigo y, para evitar eso, hago lo posible por cercenar toda amistad incipiente, de forma inconsciente, para así sentir que la culpa es de mi torpeza y no de la otra persona que ha visto cosas que no le han gustado de mí (algo que no podría soportar). Sin embargo, hay algunas relaciones que cuajan (sin saber muy bien el porqué) y, basándome en ellas, comento lo siguiente:
Según un psiquiatra, tengo personalidad inseguro-dependiente, y no le falta razón. Siempre he sido una persona ávida de afecto y de amistad, con muchas ganas de demostrar lo que soy capaz de ofrecer; no por altruismo, sino para obtener reconocimiento y de ese modo captar la atención o evitar que me den de lado.
Durante muchos años, he sentido que mi vida no valía nada sin la aprobación y el cariño de los demás. Pensaba cosas como: "¿Para qué necesito una carrera universitaria si nadie me quiere o me valora? ¿Para qué voy a leerme ese libro si voy a seguir siendo insignificante?". Lo peor es que, una vez que he conseguido la compañía anhelada, he aguantado carros y carretas por miedo a perderla, transgrediendo mi propia dignidad; siempre con miedo a bromear o a discrepar, siempre con miedo a decir lo que pienso, siempre midiendo mis palabras. No hace falta explicar lo dañino que es eso, sobre todo cuando sabes que en el fondo no te conviene dicha compañia, pero eres incapaz de librarte de ella por tus propios medios.
Algo de lo anterior puede parecer contradictorio, pero es la realidad. No obstante, lo que sin duda más me avergüenza, es haber utilizado a los demás, aunque en aquellos instantes no me daba cuenta de ello. En cierto sentido he sido un manipulador emocional cuya finalidad era evitar el abandono.
Afortunadamente creo que ya le doy la importancia justa al hecho de necesitar afecto; ni me excito demasiado cuando me lo ofrecen, ni me hundo cuando me privan de él, sino que lo llevo con naturalidad. Aunque mi personalidad sigue estando ahí latente (eso es inevitable), creo firmemente que sus manifestaciones constituyen un problema que ya pertenece al pasado. De hecho, llevo varios años en los que aprecio mucho la soledad, porque es como si en ella encontrara una deliciosa "expiación" por los agravios cometidos contra mí mismo y contra los demás.