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Antiguo 16-sep-2005  

«Antes, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se
abrían todos los corazones, donde todos los vinos corrían.
Una noche, me senté a la Belleza en las rodillas. — Y la
hallé amarga.

Logré que se desvaneciera en mi espíritu toda la esperanza
humana. Contra toda alegría, para estrangularla, di el salto sin
ruido del animal feroz.


No hay partida. —Reanudemos los caminos de aquí, cargado
de mi vicio, el vicio que ha hundido sus raíces de sufrimiento a
mi lado, desde la edad del juicio— que asciende al cielo, me
golpea, me tira, me arrastra.
La última inocencia y la última timidez. Está dicho. No
traer al mundo ni mis repugnancias ni mis traiciones.


Pero la orgía y la camaradería de las mujeres me estaban
prohibidas. Ni siquiera un compañero. Me veía ante una multitud
exasperada, delante del pelotón de ejecución, llorando la
desgracia de que no hubieran podido comprender, y perdonando.
Yo nunca formé parte de este pueblo

No he hecho mal alguno. Los días van a serme leves, se me
ahorrará el arrepentimiento. No habré conocido los tormentos
del alma casi muerta para el bien, donde se alza la luz tan severa
como los cirios funerarios.

Puedo morir de amor
terrenal, morir de entrega. ¡He dejado almas cuyo dolor aumentará
con mi partida! Me escogéis entre los náufragos;
quienes se quedan, ¿no son acaso amigos míos?

El aburrimiento ya no es mi amor. Las rabias, los desenfrenos,
la locura, cuyos impulsos todos, cuyos desastres conozco, —
toda mi carga está depositada. Valoremos sin vértigo el alcance
de mi inocencia.

Quiero la libertad dentro de la salvación: ¿cómo perseguirla? Los gustos
frívolos me han abandonado. Ya no hay necesidad de entrega
ni de amor divino. No añoro el siglo de los corazones sensibles.
Cada cual tiene su razón, desprecio y caridad: yo con
servo mi puesto en lo alto de la angélica escala del sentido
común. En cuanto a la felicidad establecida, doméstica o no… no,
no la quiero. Me disipo demasiado, soy demasiado débil. La
vida florece por el trabajo, vieja verdad; pero mi vida no pesa
lo suficiente, se eleva y flota muy por encima de la acción, ese
querido lugar del mundo.

¡Farsa continua! Mi inocencia me haría llorar. La vida es la
farsa a sostener entre todos.

¡Tengo todos los talentos! — No hay nadie aquí, y hay alguien:
no querría divulgar mi tesoro.

Y pensemos en mí. Todo esto me hace añorar poco el
mundo. Tengo la suerte de no sufrir más. Mi vida no fue más
que locuras suaves, qué lamentable.

Decididamente, estamos fuera del mundo. Ningún sonido
ya. Me ha desaparecido el tacto… Las tardes, las mañanas, las noches, los días… ¡Qué cansado estoy!

“No me gustan las mujeres. Hay que volver a inventar
el amor, ya se sabe. Las mujeres ya no alcanzan a desear
más que una situación asegurada. Una vez ganada esta situación,
el corazón y la belleza se dejan de lado; no queda sino
frío desdén, alimento del matrimonio, hoy en día. O bien veo
mujeres con las señales de la dicha; de ellas habría podido
hacer buenas amigas, si no las hubiera devorado antes algún
bruto con sensibilidad de hoguera…

Tuve razón cuando despreciaba a los individuos que no
dejarían escapar la oportunidad de una caricia, parásitos de la
limpieza y de la salud de nuestras mujeres, hoy que ellas están
tan poco de acuerdo con nosotros.
Tuve razón en todos mis desdenes: ¡la prueba es que me
evado!

Aún ayer, suspiraba: «¡Cielos! ¡No somos pocos los condenados,
aquí abajo! ¡Y cuánto tiempo lleva ya en sus filas! Los
conozco a todos. Nos reconocemos siempre; nos damos asco.
La claridad nos es desconocida. Pero somos corteses: nuestras
relaciones con el mundo son muy correctas.» ¿Hay de qué sorprenderse?
¡El mundo, los mercaderes, los ingenuos! — Nosotros
no estamos deshonrados. — Pero, ¿cómo nos recibirían
los elegidos? Y hay gentes ariscas y alegres, falsos elegidos,
puesto que necesitamos audacia o humildad para abordarlos.
Son los únicos elegidos.

¿No tuve una vez una juventud amable, heroica, fabulosa,
digna de escribirse en hojas de oro? — ¡Demasiada suerte!
¿Por qué crimen, por qué error, he merecido mi debilidad actual?
Vosotros, quienes pretendéis que los animales sollocen
de pena, que los enfermos se desesperen, que los cadáveres
tengan malos sueños, tratad de contar mi caída y mi dormir.


En fin, pediré perdón por haberme alimentado de mentira.
Y adelante. Pero ¡ni una sola mano amiga! Y ¿dónde hallar socorro?

Sí, la hora nueva es por lo menos muy severa.
Porque puedo decir que la victoria me ha sido otorgada: el
crujir de dientes, el chisporroteo del fuego, los suspiros apes -
tados, van moderándose. Todos los recuerdos inmundos se borran.
Mis últimas añoranzas levanta el vuelo

¡Qué decía de mano amiga! Una buena ventaja es que
puedo reírme de los viejos amores engañosos, y cubrir de bochorno
a las parejas embusteras, — he visto, allá abajo, el infierno
de las mujeres; — y me será lícito poseer la verdad en
un alma y un cuerpo.
 
Antiguo 20-sep-2005  

Prometo q he intentado leerlo un par de veces,pero apenas consigo pasar del cuarto o quinto parrafo.Intuyo que el hombre estaba un pelin deprimido.
 
Antiguo 21-sep-2005  

no entendi mucho, creo que intuyo lo mismo que lopez :P
 
Antiguo 06-oct-2005  

Pues chicos...se entiende perfectamente.
Y como en "asunto" claramente se indica, se trata de un poema de Arthur Rimbaud, un poeta simbolista francés del siglo XIX. Es un fragmento de Una temporada en el infierno, pero casi que es mejor que no lo entendáis, porque no lo veo muy positivo....
 
Antiguo 06-oct-2005  

Pues además de simbolista, el tío parece un existencialista de cojones.

Saludos!!!
 
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