Por desgracia, hay muchas personas que me intimidan, pero principalmente dos: están las personas que yo considero muy, muy complejas, inteligentes , interesantes, todo ese rollo, vamos... Y no es que el mundo esté precisamente lleno de ellas... Pero cada vez que intuyo que alguien puede pertenecer a este
selecto grupo, mi ansiedad se dispara, soy incapaz de decir una palabra que no haya filtrado mil veces por mi colador particular de la fs, vamos, que de naturalidad nada... Lo he analizado mil veces, y sé que en estos casos mi
principal y diría que
único temor es que el susodicho en cuestión piense que no soy inteligente, y que no tengo nada que aportarle.
Me da auténtico PANICO, que piense que soy corta, simple o ñoña.
Además con la forma de actuar que adopto no le suelo dar mucha opción: no le doy la oportunidad de conocerme. Me mata reconcerlo, pero asi
actúo. Todo lo que con cualquier otro pudiera soltar de manera más o menos natural (lo de natural es un decir...) pasa a ser diseccionado a todos los posibles niveles: desde la entonación que puedo poner al hablar, a las palabras elegidas, o las posibles interpretaciones que de otro modo jamás se me ocurrirían. Y el caso es que siempre que he dado con alguien así, la persona en cuestión se suele mostrar más o menos interesada en hablar conmigo pero yo no le doy ni la más mínima opción.
El segundo tipo de
temidos... son los chicos atractivos, y guapos, como los queráis llamar. Por ejemplo, en una discoteca, a veces puedo !oh!
qué osada! decirle algo, tampoco gran cosa, a alguien que yo no considere guapo; pero ante alguien que me atraiga, vuelvo a sufrir TERROR:::
La única explicación que se me ocurre a esto es que parece ser que no me parece igual de terrible que me rechace alguien poco agraciado que alguien que sí lo es.
Y es que para mí los guapos son muy conscientes de su atractivo
,y actúan en consecuancia. No aguanto la chulería que muchos de ellos muestran. Para mí no hay nada más atractivo que un guapo que no se lo cree. Bueno, pero esto ya es otro tema.
Hace unos pocos días se sentó junto a mí en el autobús un chico extranjero que al verlo subir, ya me entró la taquicardia. Había junto a mí un asiento vació. Yo estaba diciéndome: por favor, que no se siente aquí, por favor, que me muero!! Bueno, pues se sentó y yo creí que me moría!!
El caso es que pensé que mejor oportunidad que aquella para hablar no iba a tener; tras pensarlo mucho, serenarme, pensar en todo lo bueno y malo que podía sucederme por intentar hablar con un desconocido, fui capaz de tartamudear unas pocas palabras. Al cabo de un rato me tranquilicé, y puedo decir que al final del viaje estaba orgullosa de mí! Creo que me he ido por las ramas pero tenía que contarlo. Un besote a todos y palante.