Esto también tendría que ir en el foro
Amor y Amistad (Sexo).
Uno es imbécil y se
enamora (¡puaj!) de chicas perfectas. Físico perfecto, simpáticas, inteligentes, sencillas. Lo dicho: perfectas. Entendamos
enamorarse como fijarse en ellas y pensar "Cuánta perfección", aun sin haber cruzado jamás media palabra con las susodichas. Eso sí, no es sólo una cuestión de físico cual camionero que se hace pajas con las chicas del calendario que lleva en la guantera (desactualizado desde abril; qué diosa su rubia), sino que uno lleva cierto tiempo observándolas y disfrutando de su voz, de su forma de moverse, de actuar, de hablar con los demás. Amores platónicos, creo que los llaman. Uno, por supuesto, es consciente de sus no-posibilidades y por ello no se hace ilusiones reales. Sin embargo, durante un breve período que acostumbra a durar dos o tres semanas, uno no deja de pensar en ellas, y en lo absolutamente maravilloso que debe de ser tener a alguien así a tu lado. Es una ilusión ficticia, pues en todo momento uno es consciente de que la probabilidad de que esto ocurra es 0, pero es una ilusión, al fin y al cabo. Durante este breve lapso de tiempo, uno sigue asistiendo a sus obligaciones diarias donde, como todo buen FS, lo pasa mal, al estar rodeado de gente. Pero, a pesar de que uno sigue queriendo salir de allí lo antes posible incluso antes de haber llegado, uno siente que por fin existe algo que le motiva a atravesar esa tortura diaria. Verlas. Mirarlas. Admirarlas. Uno siente todavía más ansiedad cada vez que lo hace, pero al mismo tiempo no puede dejar de hacerlo, hasta el punto de que teme que ellas noten que
ése las está mirando. Ya en casa, las fantasías no cesan, como tampoco lo hacen los halagos y las listas interminables de cualidades, todo ello acompañado a menudo de una agradable excitación, estúpida e injustificada.
Porque ellas son perfectas. Saben que lo son, y por ello aspiran a ir con chicos perfectos. Todos aspiramos a ello, en realidad, pero ellas saben que van a conseguir colmar sus aspiraciones, a diferencia de uno, que debe conformarse con esas dos o tres semanas de constante tontería. Ellas, a simple vista inconscientes de lo que pasa por la cabeza de
ése que se encuentra dos metros más allá, empiezan, entre risas nerviosas, a hablar bien del otro, del perfecto, y uno disimula normalidad mientras por dentro va cagándose en sí mismo y en quienquiera que decidió que nuestro proceso de producción no se asemejara al de una fábrica de cervezas cualquiera. A las perfectas les gustan los perfectos, ya ves tú qué sorpresa. Fue bonito mientras duró. Para esquiar, debes chuparte una tediosa subida para luego divertirte mientras bajas a toda pastilla (al menos esto es lo que me han contado; lo de hacer actividades al aire libre no va conmigo). Aquí es todo lo contrario. El subidón ha estado bien, pero la caída es rápida y dura, con lo cual te planteas por enésima vez tener que empastillarte. Los dos descensos son previsibles, pero uno siempre apetece más que el otro.
Salu2