He estado esta tarde en un taller de mierda titulado
Superemos la timidez (tendría su gracia que apareciera por aquí alguno de los otros asistentes, aunque las probabilidades parecen más bien remotas) y de las doce personas que éramos solo otra a parte de mí parecía tener serios problemas en sus relaciones sociales. Entre el resto del reparto, gente de todos los colores con un nexo en común: sentir la estúpida necesidad de colgarse la medalla de tímidos pese a no serlo ni mucho menos. Unos que se ponían nerviosos al tener que hablar delante de auditorios llenos (¿y quién no, merluzos?), otros que afirmaban tirarle la caña a toda mujer que se les cruzara por el camino a excepción de cuando viajaban al extranjero solos o acompañados de un "muermo" (Literal. De traca, ver a supuestos tímidos no identificarse para nada con este apelativo.) e incluso alguna que otra
attention whore que no ha dejado de intervenir a lo largo de las cuatro horas de venta constante de humo.
Tal vez sea porque ahora soy fóbico social y mi nivel en la escala de timidez está muy alejado del suyo, pero lo cierto es que:
1. Me he sentido muy desubicado, al lado de todos ellos.
2. No he sido capaz de sentir la más mínima empatía ni por ellos ni por sus problemas.
3. No me he atrevido a hablar de mis dificultades por miedo a alterar el funcionamento normal de la sesión.
¿Llevo tantos años siendo fóbico social que he olvidado por completo lo que es ser tímido y por ello tacho de farsantes a todos aquellos que dicen serlo? ¿O no me equivoco al afirmar que mucha gente anda como loca por colgarse el cartelito de tímido?
¿Se puede ser tímido sin que los demás se den cuenta de nada? ¿No es acaso esto una tremenda contradicción?