¿Por qué psicólogos y demás fauna utilizan términos totalmente vacíos y estúpidos como "falta de habilidades sociales" o "escasez de inteligencia emocional" cuando en realidad lo único que toda esta palabrería significa es que
no puedes caer bien a nadie o que
eres aburrido y poco interesante?
Somos lo que somos y, con ello, hacemos lo que podemos. ¿Debo creerme todo este discurso que una pseudociencia pretende hacernos creer únicamente porque es el único soporte al que puedo agarrarme después de haber pasado años y años sin haber sido capaz de hacer un triste amigo? ¿No será mejor hacer caso del sentido común y pensar que si alguien no tiene algo es simplemente porque no puede tenerlo?
¿Miro las cosas desde el prisma incorrecto cuando afirmo que ni mucho menos estoy deprimido, cuando aseguro que me limito a responder coherentemente a lo que la vida me ha ofrecido hasta ahora y parece tener intención de seguir ofreciéndome en el futuro? ¿De veras es precisamente esta perspectiva el único obstáculo que se interpone en mi camino y me impide alcanzar todo aquello que anhelo? Anda ya: demasiado paradójico para ser verdad.
¿Comodidad? ¿Autocompasión? ¿Victimismo? Hay que ver cómo os apresuráis todos a poner ciertas palabras encima de la mesa sin ni siquiera haberos imaginado por un momento cuán cómodos y despreocupados os sentirías vosotros viviendo así. Ahora bien, no os culpo, tampoco. Vuestra mente es incapaz de asimilar que algunas personas no hemos vivido jamás nada ni hemos tenido nunca a nadie. Tal vez intentáis haceros una idea de ello y la idea os parece tan terrible que la consideráis una mera distorsión exagerada de unos hechos que a buen seguro no han sido tan traumáticos, una burda deformación de la realidad cuyo solo fundamento son unas intensas ganas de generar una empatía a todas luces inmerecida.
Pero nada, habrá que haceros caso, incluso aunque creamos que no tenéis el más mínimo atisbo de razón. Al fin y al cabo, es sólo gracias a vuestras mentiras que aun seguimos aquí. Desesperados por vuestra irrefrenable tozudez, las rebatimos, las rechazamos y las enterramos bien hondo bajo las nuestras, que son las buenas. Todo ello, eso sí, mientras deseamos incesantemente que algún día podáis al fin demostrarnos que éramos nosotros, quienes estábamos equivocados.