No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí
todos los sueños del mundo
(...)
He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito,
quizá todo no fuese nada
el aprendizaje que me impartieron.
lo tiré por la ventana del traspatio
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente, era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla.
¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso?
Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo
que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan, en sueños,
genios como yo
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?,
ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí...
(...)
El mundo
es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña
que puede conquistarlo,
aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más
humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías
que ningún Kant ha escrito.
Pero soy,
y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre
el que esperó que le abriesen la puerta
al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito
en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza
sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia,
el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene,
o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero
antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar
y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(...)
He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie
sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno
y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido,
ni estudiado, ni amado, ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso
sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido
tan sólo como un lagarto
al que cortan el rabo
y qué es un rabo,
más acá del lagarto, agitadamente.
He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz de dominó que me he puesto
estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era
y no lo desmentí,
y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
(...)
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