Hace tiempo (en mi adolescencia, sobre los 16 años, ahora tengo 21) tuve un amigo al que podría considerar minimamente íntimo y con el que llegamos a compartir ciertas aficiones e intereses en común. Habíamos sido muy buenos amigos en la escuela primaria, por lo que hasta que la abandonamos teníamos un contacto diario, también quedábamos los fines de semana para jugar a la consola y hacer nuestras chiquilladas. Pero a la que repetí curso y conocí nueva gente (y encontré lo que por primera vez podía llamar "grupo de amigos") empecé a rechazarlo e ignorarlo a conciencia, empezaba a llamarlo menos. Aunque una parte de mi me dijera que estaba actuando como un carbón, pensaba que no era útil seguir con el porque a nivel social no progresaría (no haría amigos, no conocería chicas...etc.).
Pasaron los años y pese a todo de cuando en cuando quedábamos para ir a algún concierto y tal (a los dos nos gustaba la misma música y no conocía nadie mas que el que también le gustara lo mismo, así que para no ir solo a los conciertos seguía llamándolo).
Me di cuenta de cómo había pasado de él todo este tiempo, que habíamos estado sin llamarnos, de cómo lo había olvidado, de cómo lo había enterrado, olvidado y evitado queriendo y arrepintiéndome a la vez… (Claro que, él tampoco era muy activo en este sentido que digamos…)
Fui viviendo todo el tiempo con el remordimiento de conciencia siempre de fondo, pero por x circunstancias a mediados de noviembre del año pasado empecé a darle mil vueltas a esa idea, empecé a tener el pensamiento de que lo abandoné a todo momento, me hacia sentir terriblemente culpable y patético. Recuerdo una semana del pasado mes de diciembre levantándome cada día por la mañana con ese pensamiento estático martilleándome, no podía quitármelo de la cabeza, incluso cuando hablaba con alguien, pensaba en eso y me reventaba el autoestima.
Ahora que lo escribo me suena absurdo, pero en su momento fue algo brutal...