Hoy quiero contares algo que ha vuelto a atormentarme.
He cambiado mucho de trabajo porque en principio me costo mucho encontrar uno al que me adaptara. Los primeros meses después de terminar la universidad me la pase haciendo la tesis, titulandome, haciéndome tonta. Y después, no me enorgullece decirlo, me la pase saltando de uno a otro porque no soportaba la convivencia diaria. Desde un mes hasta tres días, así de mal estuvo. Y obvio, muchos meses sin hacer nada.
Cuando finalmente me harte de eso encontré un trabajo regular en el que quise quedarme. Pasaron tres meses sin mucho cambio hasta que un día mi jefa me anunció que tendría subordinados, ya los habían elegido, iniciaban en dos semanas. Yo no tenía ni voz ni voto y la situación me causo terror porque ni me sentía capaz de dirigir a un pequeño grupo de personas ni disfrutaba mucho la idea de tener a varios sujetos fijando su atención en mí. Pero ya no quería volver a huir, a ser desempleada así que decidí quedarme e intentarlo en medida de mis posibilidades.
El día en el que llegaron los nuevos trate de verme lo más segura posible pero mi aprensión al ser presentada ante ellos aumento cuando me dí cuenta que conocía a uno. Se trataba de un chico que participaba activamente en el acoso escolar que había sufrido un par de años antes, uno de los cabecillas, pasivo (en comparación a otros) pero cabecilla. No me dio nada de gusto verlo y, por su cara, a él tampoco le dio nada de gusto verme. Intente fingir que no lo recordaba, algo que no creo haber logrado por mi obvio sonrojo al reconocerlo, pero me mantuve lo más tranquila que pude y aquella primera reunión termino sin nada más que eso.
Los siguientes días quise encerrarme en mi oficina, esconderme debajo de mi escritorio. Les mande desde el primer día instrucciones por email diciendo que estaba ocupada pero al tercer día las instrucciones dadas se acabaron y mi jefa me presiono para hablar con cada uno de ellos e integrarlo al área. Así que tuve que hablar con cada uno; intente ser profesional y con él, decidí armarme de valor por lo que lo llame primero que a los dos otros.
Cuando él entro a la oficina intente calmarme pero estaba roja. Intentaba no temblar sin mucho éxito. Las manos me sudaban a chorros y para calmarme un poco estaba pellizcándome con todas mis fuerzas la pierna debajo de la mesa para que el dolor me distrajera de la situación. Me dolía la cabeza y me sentía terrible y estaba a punto de mandar todo al demonio cuando vi su cara.
Todo cambio cuando me dí cuenta de que él estaba aterrado. Quizás no tenía un ataque de ansiedad como yo en ese momento pero estaba aterrado. Y cuando supe que él creía que iba a despedirlo y entendí que tenía poder sobre su bienestar... pues ya pueden imaginarse que hice.
No lo despedí por supuesto y la mal ganada confianza que me inspiraba su aprensión me hizo trabajar bien con los otros dos pero con él me volví déspota. Tan déspota que aún me da vergüenza recordarme a mi misma en aquella época, fui la peor persona que pude ser, lo trate como jamás he tratado a ningún otro ser vivo. Le grité un par de veces que era un estúpido, le dí malas caras, jamás le dí acceso a los beneficios del área, lo hice esperar afuera de la oficina en pleno invierno bajo la lluvia. Mi actitud con los otros era completamente opuesta, el área creció y avanzo de acuerdo a lo planeado por lo que nadie tenia quejas más que seguramente él pero nunca las dijo. Yo no disfrutaba mal tratarlo, solo lo hacia porque podía y él lo había hecho conmigo apenas un par de años antes; ahora me parecía una especie de justicia devolverle el golpe.
Dos meses después ofreció su renuncia. Me reclamo antes de irse mi mal trato hacia él y me dijo que él jamás había intentado lastimarme en nuestros días de escuela como yo sí lo había hecho en esos meses ¡eso me hizo enfurecer! ¡El muy !"#$%&/ se hizo la víctima! Le contesté que aunque no lo hubiera intentado lo había hecho y que de todas maneras eso no quitaba que era un incompetente. Se puso furioso y entonces sí, yo disfrute con su furia. Intento entonces el muy cobarde burlarse de mi como lo hacia antes pero le cerré la puerta literalmente en la cara. No me preocupo que se lo dijera a alguien porque ¿quien le creería cuando los otros dos de mis subordinados resaltaban mi amabilidad? Irónicamente al no contenerme para "gritarle" o regañarle enfrente de otros, mi imagen ante los demás había mejorado un poco lo cual junto con el logro de los objetivos del área me dejaba bien parada. Tanto, que quisieron poner a más personas a mi cargo por lo que renuncié un mes y medio después; ya era demasiado.
El trato que le dí a ese chico me atormento durante meses. Esa no soy yo. No debí ser aquella bruja déspota tan maldita y aprovecharme de mi posición. No debí vengarme como si fuéramos unos niños. No debí pero no pude contenerme. Perdonar o al menos superar siempre me ha servido mucho mejor. El karma se me devolvió cuando me entere de que el encontró trabajo antes que yo en una empresa conocida y yo me tardé otro par de meses en encontrar otro trabajo y otros tantos trabajos en encontrar uno en el que pudiera quedarme mucho tiempo. Con el paso de los años me perdone lo suficiente a mi misma para olvidar todo eso.
El día de hoy he recordado todo y ha vuelto a atormentarme porque he leído su nombre en el periódico; tuvo un accidente en el coche y esta grave en el hospital. Me quede muy impresionada, alguna vez cuando todavía estábamos en la escuela le desee justamente que le pasara eso. Me ha dolido la cabeza desde que lo leí ; por supuesto hace años que ya no le deseo mal y una vocesita en mi cabeza incluso dice que le debo una disculpa... pero no soy tan buena persona como para ir y dársela. Así que creo que después de todo sí sigo un poco enojada y el asunto esta mucho menos superado de lo que creía.
¿Ustedes que opinan?