Y el tiempo me ha ido deslizando suavemente hacia esta paz amarga con el mundo y conmigo mismo, este sosiego de la claudicación paulatina, la calma tras abandonar la lucha a cambio de una paz de derrotado que asume su condición. La furia y la rabia cada vez más enterradas, quizá por pura necesidad, por lo insuficientes y tenues que eran o lo reprimidas que estaban para poder transformarse en acción.
Los hechos me han ido convirtiendo en un observador ciego, que mira sin ver, que contempla confuso y desde lejos el espectáculo de la vida de los otros. El hombre de negocios afanado en su ambición. La mujer enamorada, con los problemas inherentes al negocio del amor. Los desenamorados o los abandonados, ambas soluciones prácticas para el amor. Los que van y los que vienen… Gentes, al fin y al cabo, todos tan diferentes en los detalles y tan iguales en el fondo. Como conocedores de unas reglas obvias, sabedores de unas normas de actuación sobreentendidas, poseedores de un don vulgar del que ni ellos mismos son conscientes.
Camino por las calles como si me interpretara a mi mismo, realizando un papel que no elegí. Me saludan dos conocidos. Creo percibir que una mujer me mira por un instante, probablemente ignorante de lo vano de su mirada, pues ni ella se acercará a mí ni yo a ella. Somos inalcanzables el uno para el otro. Nos separa la distancia más larga, la de nosotros mismos a dos metros de distancia.
Me para la Guardia Civil de vuelta a casa. Me pide la documentación y me deja seguir. Un pequeño sobresalto que me saca por unos momentos de mi tranquilidad ficticia y disconforme, desmintiéndola. Un paréntesis efímero y seguramente necesario para mantenerme en mi estado anímico de sucia asepsia.
Como el condenado a cadena perpetua que se resigna a cumplir su castigo, sin molestarse siquiera en diseñar el plan para la fuga que todo preso está obligado a intentar, acostumbrado a hacer vida cotidiana con grilletes, me duermo pensando que mañana será otro día, otra vez.
Incapaz de cambiarla, imagino que hago literatura de váter con mi vida, en lugar de vivirla.