Había conseguido sobrevivir durante el día con una miserable rebanada de margarina, un triste plato de pasta con tomate y un puñado de
pretzels que
Cherry compró para mí. Y que arremetí contra ellos como si el pan tostado con sal fuese el
manjar más exquisito de los
dioses.
Una idea rondaba mi cabeza mientras hacía trampas con los pretzels. ¿Estaría
Capitón pasándolo igual de mal que yo?
CAPÍTULO 1: NIHAO MY DECÚBITO SUPINO
Capitón era el pastor alemán con el que compartía piso. Apenas podía moverse y la panza rozaba peligrosamente el suelo. Pasaba los días recordando los buenos tiempos. Aquellos en los que fue un monstruo temido que respondía al cariñoso nombre de "
Sataneitor". Pero hoy en día ya no era ni la sombra de lo fue. Y debo decir que Capitón era capaz de proyectar una gran sombra.
Cuando volví de la oficina me lo encontré tumbado en el sofá llorando de
hambre, cubierto de
mierda y con una conveniente
excusa para no salir a correr conmigo. Me lo pensé un par de veces sobre si salir a la calle o tirarme la tarde tumbado a la bartola.. Lo cierto es que Capitón deseaba tocar en un grupo de música. Y era realmente bueno tocando la guitarra en su propio
mundo imaginario. Pero en lo que se refería a correr se movía a una velocidad que incluso las ancianitas provocaban considerable
efecto doppler al sobrepasarnos.
Normalmente corríamos por la rivera y
piropeábamos a todas las perritas que nos cruzábamos. Dios santo. Estábamos tan desesperados que incluso saludábamos a cualquier
gata callejera con olor a
porro. Allí me encontraba yo aquella tarde en solitario intentando batir mi record. La lengua me llegaba a la cola, las piernas me recordaban mi avanzada edad y el horizonte se llenaba de visiones de lluvias de pretzels. Al final hice mi sesión de cardio.
Esta noche ceno un birrioso filete de pollo si no me
desmayo por el pasillo.
Cita:
Que alguien me salve de esta tortura.
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