Era peculiar, tenía una sensibilidad diferente, creo que superior a la normal. Se medicaba por transtorno obsesivo compulsivo y depresión, sufría de ansiedad, era viajador astral en sueños y vivía despersonificaciones.
Estudiaba en casa, creía tener una ligera fobia social, ese hecho le hizo engordar el último año, sin contar con los kilos de más que dan los antidepresivos y las tres cervezas que se bebía diariamente, aún y así se las apañaba, podía llamar la atención a alguna mujer con complejo de psicologa, follaba de vez en cuando. Su vida se basaba en dejarse crecer el bigote, la perilla y las patillas durante la semana, afeitarse el sábado y salir por la noche a ver si algún alma caritativa le invitaba a droga, excedía sí, perico, cristal, marihuana, chocolate, alcohol... incluso llegó a machacar su medicación y esnifársela, supongo que es lo que tiene no tener objetivos en la vida y tener colegas basukeros.
Se planteó la vida una vez, en uno de sus delirios, pero el amor a su familia y el odio hacia la zorra con la que salía entonces lo impidió.
-Tengo un puto imán para las zorras. Se repetía constantemente en su cabeza cada vez que una de éstas le jodía.
Con solo 18 había vivido demasiado, sabía que la propia mente es el peor enemigo que puede tener alguien y que encajar dos puñetazos era una **** mierda al lado del dolor interior que llevaba años sufriendo.
Buscaba una mujer, no una chica, ni una novia, ni una ****, ni una niñata, una mujer.
Constantemente cruzaba miradas sensuales con las locas de la sala de espera del psiquiatra, pero sabía perfectamente que a otra psicótica en su vida no la aguantaba después de experiencias anteriores. ¿Que si el no era psicótico? Si coño, claro que lo era! pero con eso tendría que vivir siempre.