Se evita a las crisis porque toda innovación genera temor. Pero es más apropiado entenderlas como una aventura, dejarnos llevar por ellas sintiendo confianza en que sabremos manejar el timón y que llegaremos pronto a buen puerto.
Los conflictos nos incitan a ser protagonistas, a intervernir en nuestra propia vida y a tomar decisiones. Nos conducen a pregunttas que no podemos ignorar y que nos llevarán a modificar algo en nuestra vida.
La crisis suele constituir un tránsito molesto aunque esperanzado. Constituye una señar muy elocuente - para quien sabe escucharla- de que es necesario cambiar. La crisis nos anuncia que necesitamos incorporar nueva energía, que ha llegado el momento de potenciarnos, de renacer a una vida más abundante.
De las crisis, como de los laberintos, se sale hacia arriba, elevándose, ampliando la conciencia y ejercitando con confianza, el propio timón espiritual.
No puedo modificar la dirección del viento, pero sí mover las velas en busca de la mejor condición para mi propia navegación. Estos tránsitos inevitables generan un "caos", momentáneo, un desorden fugaz, como en toda mudanza. Luego, el proceso de cambio da paso a un equilibrio superior.
Enrique Mariscal. Psicólogo y profesor de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Autor de Manual de Jardinerñia humana (Ed. Obelisco).