Una vez, en tierras lejanas, conocí a un señor que vendía panes dulces en la calle, llevando sus productos en una carreta. Me encontraba con un amigo y ambos estábamos hambrientos y sedientos, y el buen hombre tal vez adivinando esto, además de los panes que le compramos nos invitó sendos vasos de refrescante...¿pepsi? No lo recuerdo.
Recorrimos luego muchas veces ese mismo camino con la esperanza de encontrarlo otra vez, sin resultados: encontramos otros vendedores de pan dulce, pero sus panes no eran tan dulces, y no llevaban ninguna clase de bebida con ellos, ni para vender.
Concluimos que un hombre que da de beber al sediento leyendo su rostro en el momento en que lo necesita solo puede ser una aparición.