Es que Guardiola iba infiltrado en el autobús disfrazado de conductor. En un momento dado, fingió que estaba meando colonia cuando zas!!... pegó tal frenazo que hizo que al bueno de Sergio Ramos se le resbalase el preciado trofeo de las manos. El resultado posterior ya lo conocemos; la copa convertida en un paquete de tabaco.
Pero cuando celebremos la Champions, ésto no volverá a pasar.