Todo mi entorno cree que todavía no he acabado la carrera por cosas mías; las que sean. La família piensa que es un tema de perfeccionismo o cualquier otra neura personal. En casa somos todos raros, no sería de extrañar. Los que fueron amigos aluden hablar del tema hasta el punto que lo han convertido en tabú: creen que es por alguna fobia concreta, o porque estoy mal de la cabeza de verdad, y no quieren verse involucrados. A la psicóloga a la que he ido los dos últimos meses le gusta pensar que soy yo que no quiero entregarlo y, al igual que en el foro, cuando le cuento la serie de infortunios que tuve, cuando explico que parte de la culpa la tienen los demás, se me reprocha una supuesta inmadurez. El tutor, incompetente y ajeno a quién soy, elogia mi proyecto porque le gusta creer que yo sé mucho: acostumbrado a tratar con pijas idiotas, cualquier persona que habla mínimamente bien y no se expresa como un pato la considera como competente. Entre sus elogios están frases como: "Res es un tipo raro", o "tu vida va a ser un desierto".
Pero nada de esto es verdad. Si hubiera entregado en septiembre, como todo el mundo me sugería entonces, además de haber suspendido, me habría expuesto como el incompetente que siempre he admitido ser, y que nadie quiere creer. A todo el mundo le conviene que me salgan las cosas bien, porque nadie quiere tener que involucrarse. Por eso me sentí bien en septiembre, al abandonar, al fracasar: era la única forma de que todos los demás vieran lo equivocados que habían estado; la única forma de cobrarme toda la presión a la que me han sometido habrían sido sus remordimientos de no haberme creído.
La verdad, es la siguiente: entre todos me sometieron a un proceso de alienación. Me convencieron que la culpa de no terminar la carrera era mía, cuando no lo ha sido en ningún momento. No en vano hasta llegar al proyecto fui un alumno ejemplar y ya en cuarto tenía todas las asignaturas troncales aprobadas con nota. Tanto es así que una amiga que tenía en el curso anterior me decía que los profesores a menudo hablaban de mí. Pero todo esto, les es irrelevante a los que creen que es cosa mía. Algunos, en propia experiencia, me convencían de que "era cuestión de ponerse", cuando el hecho es que ahora mismo ya invertido más tiempo en ese proyecto que cualquier otro alumno de esa universidad habrá hecho nunca en el suyo. Me atrevería a decir que triplico al que tenga el récord de tiempo invertido. Tanto es así que lo normal es entregarlo al terminar cuarto, como máximo, en la segunda convocatoria o extraordinaria, pero yo lo tengo en la cabeza desde hace cuatro años y medio casi. Sin embargo, todo ese tiempo invertido ha sido en constantes direcciones equivocadas, en solucionar errores que mi tutor, inexperto, no veía, y que yo me encontraba en toda la cara cada dos por tres, condenándome a empezar de cero, dejando infinitud de dibujos y planos de naturaleza ridículamente errónea en el olvido. Tiempo invertido en hacer solo las cosas que se hacen en clase, en pensarlo todo yo en ausencia de compañeros con los que hablar de ello, en mantenerme al día en cuanto a aspectos técnicos, en intentar reengancharme a una filosofía de vida de la cual fui apartado de un buen portazo.
La verdad es que hice una carrera no reglada, y que me cogió en unos años durante los cuales todo estaba muy desorganizado. Ahora ya hacen las cosas algo mejor, no cuando estaba yo. Lo he podido ver porque he estado cuatro años más vagando por ahí, como alma en pena. Lo puedo corroborar porque la mitad de los profesores que tuve ya no dan clase. Ya en tercero los profesores de primero habían cambiado; en el momento de entregar la primera parte del proyecto, en septiembre del 2008, se presentaba la tutora que iba sustituir el hasta entonces tutor ausente.
La verdad es, también, que la carrera que he hecho tiene una parte importante de fraude, no en vano es privada. La verdad es que mis padres me pagaron esa carrera por desresponsabilizarse de no haberme sabido educar, y por no tener que hablar de nada como no lo han hecho en décadas; así hacen las cosas los ricos, con sus hijos. Pero mis padres no son ricos ni lo han sido nunca, y tuve que hacer una carrera que pedía constantes inversiones sin ningún tipo de financiamiento. A partir de segundo empecé a hacer trabajillos por horitas para pagarme lo mínimo que acabaron pagando la comida. En esa carrera se te pide que tengas cierto vagaje en la vida que yo, provinente de un entorno humilde (a diferencia de todos ahí), no tenía. No he estado en ningún sitio, no he hecho nada. El interés creativo y la percepción espacial de los demás se desarrolló en una realidad urbana y de clase alta, mientras yo provenía de un pueblecillo de mil habitantes, y mis capacidades e intereses surgían de un mundo de videojuegos conseguidos de forma gratuita. De todo este impacto habla brevemente Moebius
en esta corta entrevista. Suscribo sus palabras, pues así lo he vivido en mi propia piel. Una vez ahí, no hay vuelta atrás.
La verdad es también que tuve muy mala suerte con la promoción que me encontré. Viniendo de una escuela rural donde daba clase con siete personas dos años mayores que yo y de no haber tenido nunca una amiga o hablado decentemente con una mujer, me encontré en una promoción donde eramos dos o tres chicos por treinta chicas, y si bien tuve un trate afable con todas, no conseguí hacer ninguna buena amistad. Y por lo mencionado en el anterior párrafo no estuve a la altura de la pandilla que me acogió. Sólo dos de esas personas se siguen dedicando a esto, y otras dos ni terminaron. Pero las que terminaron lo hicieron con un montón de ayuda externa, por parte de sus siempre abundantes amigos de clase alta (escuelas de cine, carreras de diseño varias, etc), y yo lo he tenido que hacer todo de cero y solo.
La verdad es que mi tutor es un incompetente. No es una pataleta mía: todo el mundo se quejaba de ese hombre, ya en el primer año de clase. La gente buscaba ayuda en otros profesores o compañeros. No en vano su empresa quebró con la crisis, y ahora trabaja de segundón en un estudio de arquitectura. No en vano pusieron una tercera persona en clase, justo después de presentar yo.
Nadie aparte de él ha visto o supervisado mi proyecto. Todo el mundo anima, pero nadie es capaz de ayudar. El tutor me aprobó (con un cinco) algo que tenía que suspenderme, algo lleno de errores garrafales y problemas de planteamiento. ¿Por qué? Porque le habían hablado bien de mí, porque le parecía alguien diferente, porque le parecía responsable. También porque yo, ante su desconcierto por mi presencia inactiva clase, le tuve que explicar en su día que no estaba atravesando un buen momento. Él creía que estaba haciendo un favor a alguien que lo necesitaba, pero en realidad me estaba condenando: aprobando la parte de proyecto que se hacía en clase, me obligaba a terminarlo yo solo. Y de aquello que entregué ya no queda nada, todo lo he tenido que replantear de cero y sólo lo ha visto él en tutorías improductivas durante las cuales se dedica a distraerse con la excepcionalidad de mis formas, para no tener que afrontar sus carencias; y es que él, después de toda una carrera de profesorado arquitecto, no lo es. Y mi proyecto tiene, precisamente, una parte arquitectónica importante en la que él no ha sido competente. Todo esto para tener que enfrentarse a un tribunal de tres arquitectos, sin excusa alguna. Hoy soñé con esto: que en la presentación oral se me reprochaban faltas y, indignado, acababa insultando al tribunal y al tutor. Supongo que por este sueño estoy escribiendo todo esto. También porque a dos días de hacer la primera parte de la entrega vuelvo a tener las sensaciones de septiembre, y no quiero volver a caer en una crisis de ansiedad como la que tuve entonces.
Se me dice que no he pedido ayuda. No es verdad. Ya el primer día de la clase de taller (octubre de 2006), admití en público no tener nada en mente para la asignatura. Los entonces dos profesores me sugirieron recoger uno de los tres proyectos de la asignatura de tercero y hacerlo como proyecto final de carrera. Me parecía sumamente fracasado y ridículo y no accedí, luego pasé a rendirme y a esperar algun input. En una asignatura troncal paralela, de cáriz teórico, se nos pedía un trabajo de investigación, preferentemente relacionado con el proyecto de fin de carrera. Hice una propuesta para el proyecto y se me puso un 9. Se la pasé al tutor que, inexperienciado, me la rechazó. Y así, y después de varias propuestas más o menos ridículas, dos años después estaba entregando el anteproyecto de los que no tienen nada: un proyecto en casa de mis padres, algo que ya había considerado y comunicado como un último recurso -nada deseado-, en caso que no surgiera nada. Y ahí se juntaban ya unos dos temas que nunca debieron tocarse: la universidad con mi casa y la familia. Si por separado eran ya problemáticos, juntos se volvieron indomables. Para hacer el proyecto tenía que preguntar y tratar con familiares de los que, en sano juicio, no quería saber nada. Pero para coger fuerzas para hacerlo debía, también, alejarme de la família. Me metí en una encerrona yo solito.
Tanto es todo esto así que llevo semanas trabajando todo el día -me duelen los ojos- y todavía no estoy (tengo que entregar el lunes por la mañana y no sé si llegaré o si mi cuerpo aguantará), mientras el tutor me autorizó para presentar ya en septiembre. Cuando seis semanas después volví y vio hasta donde fui capaz de llegar, vio que se había equivocado, y entendió el por qué no había presentado. Esto lo tenía que haber visto antes, él, y me habría ahorrado un buen disgusto. Por supuesto, no es algo que vaya a admitir. ¡Y pensar que me lo había hecho creer hasta a mí, que podía presentar en aquellas condiciones! Él sabe de su error y por esto me ha venido detrás. Hace un mes le mandé un mail diciéndole que iba a hablar en la universidad por encontrar una solución, ya que con él llevaba cuatro años y no conseguía terminar. De entonces me fue detrás concertándome tutorias en su despacho. Si hubiera llegado a esa conclusion en octubre habría pedido el camino, pero hacerlo a tres semanas de entregar no habría sido buena idea.
No comprendo por qué para terminar la carrera tengo que cabrearme con alguien. Además de salir de ahí sin ninguna amistad que me mantenga enganchado a ese impermeable mundo y a cualquier cosa relacionada con la carrera, voy a tener que ganarme un enemigo. La gente va saliendo porque tiene recursos, pero los que nos ceñimos a la organización básica del sistema salimos perjudicados. No quiero ser bandera de esto yendo a quejarme porque también sé de mis peculiaridades. Irónico y humillante hasta el extremo es que si llego a presentar tendré que agradecerle públicamente al tutor su insistencia, pues si él no me hubiera llamado este año no me había matriculado ya; pero la verdad es que con un tutor competente habría entregado hace, como mínimo, dos años.
Y ahora la vuelta al principio: si no he entregado hasta ahora es por las cosas que los demás creen: porque soy un neurótico, un perfeccionista, un inmaduro o un fracasado. Terminar la carrera significará darles la razón, y eso me enerva, pues convencerles de lo contrario va a ser imposible. No terminarla sería mejor. En octubre, cuando había abandonado, me sentía bien por eso. Pero la situación global requiere que me la envaine y la termine.
Lo único que queda cuando te someten a un proceso de alienación así, es irte, porque una vez un entorno se ha hecho una idea de ti, ya es muy difícil cambiarlo. Y yo ya estoy agotado, no quiero ahora tener que demostrar lo que no soy, cuando lo he dicho des del primer momento. Hay que irse porque es algo incompensable. El único premio es el posible aprender la lección. Nunca dejéis que os metan pollas en la boca de esta forma. No se puede ir por la vida actuando correctamente sin que te de por el culo toda la corrupción. O se entra en el juego o se pierde, así que id entrando lo antes posible. Hay que tener pelotas para jugar fuera.