Bien, pues la intención de este hilo no era hacer befa y escarnio del pobre Bieber, aunque tras el visionado del documento, queda bastante patente que ni los más viejos de su barrio recuerdan haberle visto con un mapamundi entre las manos
. Todo era una mera premisa a usar como base para un tema que es caballo de batalla para todo buen FS que se precie; el miedo irracional a hacer el ridículo. Algunos encontramos precisamente ahí el recio baluarte y bastión de nuestra condición fóbica (en mi caso, debería añadir un cierto desencanto existencial y una depauperada autoestima para completar mi particular trío de ases "perdedores").
Pero volvamos con nuestro amigo Justin y su desafortunada intervención televisiva. Lo primero que me llama la atención del vídeo es que el sujeto objeto de las burlas del respetable y del bastante cabroncete David Letterman, hace una gestión bastante interesante de tan embarazosa situación. Sonrisa profidén pintada en la cara, movimientos corporales que denotan naturalidad y pequeño rictus facial como de estar diciendo; "¿qué le vamos a hacer si nunca he pisado una escuela?". Apuesto a que otras
celebrities de mayor veteranía y enjundia, no hubieran capeado el temporal con tanta mano izquierda.
¿Dormiría mal aquella noche este joven cantante, dándole vueltas a la perola sobre lo sucedido? Sinceramente, no lo creo. Ahora supongamos que nos vemos sometidos a un ridículo de similar magnitud en la escuela/universidad/oficina. ¡Sería el fin! ¡El acabóse! ¡La confirmación de que somos el hazmerreír de la gente! En definitiva, haríamos un drama que no desmerecería a ninguno de los mejores "culebrones" venezolanos.
Así las cosas, la reflexión a la que me invitó el vídeo (¿a que no parecía que apenas 1 minuto diese para tanto? xD) es que, te puedes llamar Justin Bieber, Michelle Obama, Julio Iglesias o Marujito Serrano López, pero
todos, absolutamente todos, hacemos el ridículo a veces y además tenemos derecho a hacerlo. Que vale, que esta frase es una obviedad pero es que lamentablemente nuestro subconsciente -que es donde se han ido cristalizando las cogniciones erróneas que tanto nos limitan-, no entiende de perogrulladas.
Y como hemos quedado en que
todos, absolutamente todos, hacemos el ridículo a veces y además tenemos derecho a hacerlo (mantra subliminal a tatuarnos en la sesera), no nos podemos permitir el lujo de seguir evitándolo a toda costa y perder de esta manera esas pequeñas o grandes oportunidades que nos impiden progresar en aras de nuestra superación personal. Lo inteligente es trabajar para que cuando la temida situación bochornosa sobrevenga hagamos una mejor gestión de nuestras emociones, asumiendo que algunas veces, hacer el ridículo es inevitable.
Por todo ello, se propone aportar aquí entre todos, algunas estrategias, ideas, pensamientos, experiencias, etc.. que os hayan sido útiles. Yo iré posteando algunas que me fueron provechosas.