Mi hermano se quedó de piedra conmigo. Hace poco vino a visitarme con su pareja, les di una vuelta en mi coche, y paré en una gasolinera a repostar. La gasolinera era de esas de autoservicio, en las que pagas primero y después repostas tú mismo. Pero resulta que estoy harto de ese tipo de gasolineras (bastante me pringo de líquidos tóxicos en mi curro) y además no tenía un buen día. Mi cometido como cliente es aflojar pasta (que vaya tela con los precios), no efectuar la acción de meter la pistola en la boca del depósito y pringarme hasta las cejas del puñetero hidrocarburo, más el hedor en la ropa. Los guantes de plástico esos que dan son una auténtica bazofia, y además al quitártelos es cuando más te manchas, incluidas las llaves. Los gasolineros llevan mono, guantes adecuados y demás. El caso es que entré en la garita y le dije textualmente al gasolinero, después de pagar: “¿Podría echarme la gasolina usted, por favor? Gracias”. Total, que hice al hombre levantarse, que estaba leyendo revistas tranquilamente en su asiento del mostrador, y me la echó. Cuando entré en el coche y reanudamos la marcha se lo conté a mi hermano, como algo anecdótico, como lo más normal del mundo. Sin embargo él se quedó de piedra. Tras un breve silencio me dijo que él sería incapaz de decir algo así. Era un cuasi-reproche. “Joder, cómo te estás espabilando…,” me dijo irónicamente. Él conoce mi problema de timidez, lógicamente. Somos tres y él es el menor. Yo soy el mayor y el pardillo de la familia. Mi hermano es un triunfador de la leche, trabaja de ingeniero en una multinacional, siempre ha tenido éxito entre las mujeres, etc. y sin embargo afirma que él hubiera sido incapaz de decir eso… Quizá pasé de un extremo al otro de forma inconsciente. Un efecto rebote de tanta frustración acumulada en mi vida. Aunque realmente no es nada malo lo que le dije, y además lo solté de forma asertiva. Otra cosa es que sea políticamente correcto o no. Sé que el gasolinero no tiene la culpa, sino la petrolera, que querrá ahorrarse dinero en empleados, para que sus magnates se puedan comprar un Merdeces de más alta gama, por ejemplo. Por otro lado, si eso no está en el contrato del empleado (cosa que ignoramos mi hermano y yo) ahí es cuando no hay asertividad que valga, sino que tendría que reconocer mi mala educación. Lo dicho, tenía un mal día, aunque no me arrepiento y sospecho que lo volvería a hacer. No obstante esto también viene a demostrar que unos son tímidos para unas cosas y otros para otras. De hecho, conozco a una persona que es incapaz de preguntar los precios en una tienda (pregúntalos tú, me dice), y sin embargo tiene una facilidad pasmosa para engancharse a hablar con desconocidos y contar su vida. Algo incomprensible.