En este caso, el nuevo soy yo, ¿qué tal? Bueno, yo he tenido fobias sin saberlo durante tanto tiempo -sociofobia y koumpounofobia seguro, creo que también liticofobia y lyssofobia pero tendría que ir a que me las diagnostiquen, caso de tenerlas- que cuando por fin logré controlar más o menos algunas de ellas -las dos que cito- había desarrollado una personalidad tan diferente de la del resto de los mortales, que ya no me interesó hacer sociales. Cuando todos los demás están hablando de deportes, sexo y actualidad -léase chismes del espectáculo, policiales, política e internacionales-, y a uno no le interesa nada de eso, las posibilidades de diálogo se vuelven un tanto escasas. Cuando tengo que hablar de un tema concreto, no tengo problemas en participar aunque más no sea para decir que no sé ni me interesa, y si el diálogo concluye allí, todo bien. El problema surge cuando me convocan a alguna reunión -por ejemplo, una celebración en el trabajo- y van surgiendo un tema tras otro, ninguno de los cuales es de mi interés ni cuento con conocimientos que me permitan participar; ahí me invade el anhelo imperioso de huir cuanto antes. Es todo un rollo, porque uno no puede rechazar invitación sin invitación sin arriesgarse a que se ofendan. Hasta hace poco no sabía que lo que padecía era sociofobia. Me las arreglaba haciendo un acto de presencia mínimo y poniendo pies en polvorosa con disimulo mientras todos los demás conversaban animadamente. Ahora que lo sé, puede que la próxima vez sea franco y explique que mucho tiempo no me puedo quedar, y por qué motivo. Encantados de conocerlos, gente. De aquí no huiré.
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