Bonjour, monsieur Mersault. Qué lástima que esté acá (¿sí entiende a lo que me refiero? Bueno. No importa).
Yo creo que depende de cada quien determinar el estado de su caso, es decir, qué tan en control y estabilidad psico-emocional se encuentra. Sin embargo, en palabras abstractas, creo que la psicología muestra resultados más matizados y graduales, mientras que la psiquiatría es "más efectiva" por su componente químico instantáneo, pero por eso mismo, no siempre significa avance en la detección y tratamiento de la causa del trastorno (a menos que sean estrictamente neuroquímicos), como sí lo puede hacer -aunque no siempre...- la psicología. Pero, bueno, como todo, depende de muchas cosas, de las cuales, destacan frecuentemente, la actitud e interés, así como el enfoque clínico que tenga el especialista, sea de cualquiera de las dos disciplinas.
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"Empecé a gritar a voz en cuello, lo insulté y le dije que no rezase. Lo había agarrado por el cuello de la sotana. Volcaba sobre él todo el fondo de mi corazón con estremecimientos de alegría y cólera. Parecía tan seguro. Sin embargo, ninguna de sus certidumbres valía un cabello de mujer. Ni siquiera tenía la certeza de estar vivo porque vivía como un muerto. Yo parecía tener las manos vacías. Pero yo estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi vida y de esa muerte que iba a llegar. Sí, era lo único que tenía. Pero, al menos, yo tenía esa verdad tanto como ella me tenía a mí. Yo había tenido razón, seguía teniendo razón, tenía siempre razón. Había vivido de una manera y hubiera podido vivir de otra. Había hecho esto y no había hecho aquello. No había hecho una cosa cuando había hecho otra. ¿Y qué? Era como si hubiera estado esperando todo el tiempo este minuto y esta primera hora del amanecer en que sería justificado. Nada, nada tenía importancia y sabía perfectamente por qué. También él lo sabía. Desde el fondo de mi porvenir, durante toda esta vida absurda que había llevado, un hálito oscuro subía hacia mí a través de los años que aún no habían llegado y ese viento igualaba a su paso todo lo que se me proponía ahora en los años no más reales que estaba viviendo. Qué me importaban la muerte de los otros, el amor de una madre, qué me importaba su Dios, las vidas que uno escoge, los destinos que uno elige, puesto que un solo destino debía elegirme a mí y conmigo a miles de millones de privilegiados que, como él, se decían mis hermanos. ¿Lo comprendía, comprendía al cabo? Todo el mundo era privilegiado. No había más que privilegiados. A los otros también los condenarían un día. También él sería condenado. ¿Qué importaba si, acusado de asesinato, lo ejecutaban por no haber llorado en el entierro de su madre? El perro de Salamano valía tanto como su mujer. La mujercita automática era tan culpable como la parisiense con la que se había casado Masson o como Marie, que deseaba que me casara con ella. ¿Qué importaba que Raymond fuese tan amigo mío como Celeste, que valía bastante más que él? ¿Qué importaba que Marie diese hoy su boca a un nuevo Meursault? ¿Comprendía ese condenado, y que desde el fondo de mi porvenir…? Me ahogaba gritando todo esto. Pero ya me arrancaban al capellán de las manos y los guardianes me amenazaban. Él, sin embargo, los calmó y me miró un momento de silencio. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Dio la vuelta y desapareció."
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