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Antiguo 17-oct-2006  
tri

soy muy perfeccionista desde pequeña.en todo,estudios,casa,cómo vestir,ir arreglada,analizar las cosas,a personas ,situaciones y actuaciones de estas,etc.hiperactiva,con ansiedad muchas veces.no tengo fs,y creo q el perfeccionismo debe pararse si se llega a un punto excesivo de no poder estar tranquilo y padecer estres.a mi me ha pasado y me pasa,no me medico ni voy al médico.me pongo unas metas e intento pensar:"no me pasaré la meta mas allá,cuando la consiga,no seguiré perfeccionando en ell" aunke a veces me cuesta..
 
Antiguo 18-oct-2006  

mas sobre perfeccionismo


Los perfeccionistas son personas que tienen cosas muy positivas: creen en el trabajo bien hecho, procuran terminar bien las cosas, ponen ilusión en cuidar los detalles; pero tienen también bastantes negativas.
Una de las cosas más difíciles de aprender es a equivocarse y no venirse abajo, saber reconocer un error sin sentirse terriblemente humillado.
Debemos aprender a darnos cuenta de que no es una tragedia equivocarse, puesto que la calidad humana no está en no fallar, sino en saber reponerse de esos errores.
Triunfar es –en cierta manera aprender a fracasar. El éxito en la vida viene de saber afrontar las inevitables faltas de éxito del vivir de cada día. De esta curiosa paradoja depende en mucho el acierto en el vivir

Esos miedos

"El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse", decía el conocido estadista e historiador británico Winston Churchill. Todos hemos conocido algún chico o chica que a lo mejor no quiere jugar al fútbol o al baloncesto en el colegio, porque dice –y no es para tanto– que no juega bien. O jamás sale voluntariamente a la pizarra, porque le aterra la posibilidad de no saber contestar perfectamente. O no quiere participar de un juego que no conoce, porque no quiere arriesgarse a ser el perdedor hasta que haya conseguido dominar bien sus reglas.

Y otros problemas

Los perfeccionistas son personas que tienen cosas muy positivas: creen en el trabajo bien hecho, procuran terminar bien las cosas, ponen ilusión en cuidar los detalles. Pero tienen también bastantes negativas: viven tensos, sufren mucho cuando ven que no siempre pueden llegar a la suma perfección que tanto anhelan, su minuciosidad les hace ser lentos, y con frecuencia son demasiado exigentes con quienes no son tan perfeccionistas como ellos.

Hay que aprenderlo

Reconocer los errores

Una de las cosas más difíciles de aprender es a equivocarse. No me refiero al hecho en sí de fallar, de cometer un error, que eso es muy fácil. Hablo de equivocarse y no venirse abajo, de saber reconocer un error sin sentirse terriblemente humillado.


Que no nos suceda como a Guille, el hermanito de Mafalda, aquella vez que su hermana lo encontró llorando desconsoladamente:

Más que un chiste

— ¿Qué te pasa, Guille?
—Me duelen los pies –responde entre pucheros.
Mafalda se fija en los pies del crío y le explica:
—Claro, Guille, te has puesto los zapatos cambiados de pie, al revés.
Guille, tras un instante para comprobar el hecho indiscutible, comienza a berrear más fuerte. Mafalda le interrumpe:
— ¿Y ahora?
— ¡Ahora me duele mi orgullo!


Lo real

Lo natural, el fracaso

Los fracasos son algo natural para el hombre, le siguen como la sombra al cuerpo. Todos nos equivocamos, y a veces quizá más de lo que creemos. Por eso, cuando los perfeccionistas se derrumban al comprobar que no son perfectos, demuestran con ello ser personas que cuentan poco con la realidad. Debemos aprender a darnos cuenta de que no es una tragedia equivocarse, puesto que la calidad humana no está en no fallar, sino en saber reponerse de esos errores.

Enseñanza y humildad

Porque errores, cometemos todos. La diferencia es que unos sacan de ellos enseñanza para el futuro y humildad, mientras que otros solo obtienen amargura y pesimismo. Conviene educar a los chicos de modo que tengan capacidad de superar los tropiezos con deportividad.
Las dificultades de la vida juegan, en cierta manera, a nuestro favor. El fracaso hace lucir ante uno mismo la propia limitación y, al tiempo, nos brinda la oportunidad de superarnos, de dar lo mejor de nosotros mismos. Es así, en medio de un entorno en el que no todo nos viene dado, como se va curtiendo el carácter, como va adquiriendo fuerza y autenticidad

Ingenuidad ante la vida

Sería una completa ingenuidad dejar que la vida se diluyera en una desesperada búsqueda de algo tan utópico como es el deseo de permanecer en un estado de euforia permanente, o de continuos sentimientos agradables.
Quien pensara así, estaría casi siempre triste, se sentiría desgraciado, y los que le rodeen probablemente acabarían estándolo también.
Da pena ver a personas inteligentes venirse abajo y abandonar una carrera o una oposición al primer suspenso; a chicos o chicas jóvenes que fracasan en su primer noviazgo y maldicen contra toda la humanidad; a otros que no pueden soportar un pequeño batacazo en su brillante carrera triunfadora en la amistad, o en lo afectivo, o en lo profesional, y se hunden miserablemente: el mayor de los fracasos suele ser dejar de hacer las cosas por miedo a fracasar.

Como decía G. Von Le Fort, "hay una dicha clara y otra oscura, pero el hombre incapaz de saborear la oscura, tampoco es capaz de saborear la clara".
O como decía Quevedo, "el que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos".
Por eso, en la tarea de educar el propio carácter, o el de los hijos, es muy importante no caer en ese estilo de neurosis perfeccionista.
Los que puede decirse que triunfan en la vida no es porque no fracasen nunca, o lo hagan muy pocas veces: si triunfan es porque han aprendido a superar esos pequeños y constantes fracasos que van surgiendo, se quiera o no, en la vida de toda persona.
Los que, por el contrario, fracasan en la vida, son aquellos que con cada pequeño fracaso, en vez de sacar experiencia, se van hundiendo un poco más

Triunfar es –en cierta manera– aprender a fracasar. El éxito en la vida viene de saber afrontar las inevitables faltas de éxito del vivir de cada día.
De esta curiosa paradoja depende en mucho el acierto en el vivir. Cada frustración, cada descalabro, cada contrariedad, cada desilusión, lleva consigo el germen de una infinidad de capacidades humanas desconocidas, sobre las que los espíritus pacientes y decididos han sabido ir edificando lo mejor de sus vidas.


 La equivocación del perfeccionista no es combatir el error, sino pretender aniquilarlo, como si fuera posible semejante cosa.

 Corremos el peligro de entretenernos con detalles y minucias que distraen la mirada de lo principal.

 El perfeccionismo suele ir unido a la indecisión y a la resistencia a delegar o confiar en los demás. Lleva a un estilo titubeante, rígido, demasiado exigente.

 Al perfeccionista le cuesta comprometerse. Sin embargo, vivir es optar y adquirir vínculos, y eso supone riesgos: quien pretenda evitarlos siempre, no es libre, sino un prisionero de su indecisión.

 ¿Te ves a veces un tanto atormentado por un diálogo interior incesante, por una de esas situaciones en las que la mente gira a gran velocidad y no concluye en nada claro? Ese diálogo de la mente consigo mismo, de modo interminable, sopesando pros y contras de una decisión intrascendente... lo más probable es que no te aporte casi nada.

 Haz un esfuerzo por hacerte con el mando de esa voz interior. No dejes que se te llene la cabeza de ideas reiterativas o recurrentes, de nuevos argumentos a favor o en contra de cuestiones de poca importancia.

 El hombre activo y práctico ha de saber confiar en los demás, delegar, distribuir las tareas, etc.

 Una máquina de decidir no existirá nunca. Si tienes tendencia al perfeccionismo, márcate un límite y decide, y después tranquilidad, no pienses más en eso.
 
Antiguo 20-oct-2006  

Perfeccionismo

Cuando pretendemos practicar las virtudes hasta el extremo, aparecen los vicios… criticamos a la perfección misma.
(Pascal Pensées)

Este capítulo trata de las personas que son demasiado perfectas como para que lo disfruten.
Usted las conoce, y quizás hasta sea una de ellas. Si es así, tiene algo de qué enorgullecerse. Es usted una excelente persona: honesta, digna de confianza, trabajadora, responsable, exigente, ecuánime.
Pero para muchos esta perfección conlleva su lado oscuro.
Los rasgos de carácter que les proporciona éxito, respeto y confianza les causan también serios problemas. Estos individuos no son capaces de disfrutar totalmente de sus relaciones con los demás y con el mundo en general, y tampoco se sienten cómodos consigo mismos. Veamos quiénes:
 La persona tan dedicada a alcanzar objetivos profesionales y personales que no puede abandonarse a unas pocas horas de placer improvisado sin sentirse culpable o indisciplinada.
 La persona tan preocupada por la elección correcta que tiene dificultades para tomar decisiones relativamente simples, generalmente vinculadas a algo agradable: comprar un equipo nuevo de sonido o decidir a dónde ir de vacaciones.
 La persona que su placer se arruina si no está todo “perfecto”.
 El “adicto a pensar”, cuya mente aguda e hiperactiva lo lleva con frecuencia a hundirse en el pantano de la tristeza y la cavilación.
 El perfeccionista, cuya necesidad de perfeccionar y pulir cualquier trabajo hace que siempre dedique más tiempo del necesario a cumplir tareas inclusive insignificantes.
 La persona tan resuelta a encontrar al Príncipe Azul o la mujer de sus sueños que es incapaz de establecer una relación duradera cualquiera.
 La persona tan acostumbrada a trabajar largas jornadas que no puede parar, aun cuando se enfrente con la evidencia de que el exceso de trabajo está destruyendo su salud y sus relaciones familiares.
 El irresoluto, que critica su supuesta “pereza”, sin darse cuenta de que la verdadera razón de que sea incapaz de acometer una tarea es que su necesidad de llevarla a cabo de manera impecable la hace parecer inmensa.

Si existe una cualidad que caracteriza a la gente obsesiva es una necesidad poderosa e inconsciente de sentir que mantienen el control: de sí mismos, de los otros y de los peligros de la existencia. Una de las primeras manifestaciones de esta necesidad es el perfeccionismo. Existe una familia de rasgos de personalidad que se asienta sobre estas dos necesidades: llevar el control y “ser perfecto”. Estos rasgos incluyen:

• Miedo a cometer errores
• Miedo a tomar una decisión o a hacer una elección equivocada
• Gran devoción por el trabajo
• Necesidad de orden o de una rutina firmemente establecida
• Frugalidad
• Necesidad de conocer y respetar las normas
• Circunspección emocional
• Tendencia a la obstinación y a discrepar de los demás
• Exagerada resistencia a ser presionado o controlado por otro
• Inclinación a preocuparse, cavilar o dudar
• Necesidad de estar por encima de toda crítica: moral, profesional o personal
• Cautela
• Una presión interna constante para utilizar cada minuto productivamente.

Muchas de estas características, cuando no son exageradas o rígidas, so cualidades valiosas. Es difícil imaginar que alguien pueda triunfar en nuestra sociedad si no posee cierto grado de autodisciplina, o la decisión de trabajar duro y el deseo de no cometer errores. Pero algunas personas son “demasiado perfectas” y los rasgos obsesivos de su personalidad son tan dominantes e inflexibles que estas virtudes les causan, en realidad, numerosos problemas.

LAS CAUSAS DE LA OBSESIÓN

Puede haber en común que sus respectivos padres habían sido hombres cuyo amor parecía estar condicionado por motivos como el buen desempeño de sus hijos o lo “buenos” que eran capaces de ser. Algunos pueden percibir a sus padres como críticos, negativos y difíciles de complacer; así, estos niños inteligentes y sensibles se sentían aprisionados en una situación de fracaso, nunca creían ser suficientemente buenos y jamás se sintieron seguros. Historias similares de experiencias infantiles son habituales.
Muchos parientes han reiterado esta experiencia: que el sometimiento a las normas sociales y familiares tenía más importancia para los padres que lo que el niño pensaba, sentía, deseaba o temía.
Creo que el perfeccionismo, la desconfianza, la compulsión y otros rasgos obsesivos son adaptaciones que sirven para calmar parte de la ansiedad generada por tempranos sentimientos de inseguridad, y además proporcionan otras ratificaciones obvias. Sin embargo, sería simplista llegar a la conclusión de que las experiencias infantiles por sí solas hacen que la gente desarrolle una personalidad obsesiva. Los seres humanos somos infinitamente complejos, y si bien los valores familiares y culturales son el martillo y el yunque, las estructuras genética y física son el “metal”.

EL MEOLLO DE LA OBSESIÓN: LA NECESIDAD DE CONTROL

La dinámica central de la personalidad perfeccionista es la del control. Casi todos nosotros, reconocemos que la vida es fundamentalmente imprevisible. Y por más que las personas concienzudas y bienintencionadas lo intenten, es imposible controlar todos los aspectos de la propia existencia; en una palabra, somos vulnerables. Sin embargo, pese a todo lo que se pueda considerar estos axiomas, en algún lugar, muy cerca del centro de su ser interior, lejos de su conocimiento consciente, los obsesivos tratan de negar esta realidad. Sus esfuerzos sutiles pero constantes para controlar todo en el mundo exterior (y en el interior) son un intento de alcanzar lo imposible: la garantía de la seguridad, el recorrido seguro a través de los riesgos e incertidumbres de la vida.
Dichos esfuerzos “funcionan” a veces durante años. Su escrupulosidad y minuciosidad les valen a los obsesivos la admiración de sus colegas en el trabajo. Siguen asiduamente leyes y normas, de modo que rara vez provocan la desaprobación de la autoridad. Casi nunca son rechazados en las relaciones amorosas, porque evitan las situaciones que pueden hacerlos vulnerables, o bien actúan preventivamente cuando intuyen que la relación va mal, asegurándose así de ser ellos quien pongan el punto final. Se adaptan a las normas de su grupo social, de modo que por lo general no se los ridiculiza ni aísla. Y las recompensas que reciben por ser responsables, coherentes, atentos a los detalles, cuidadosos y bien organizados son numerosas.
Pero tanta seguridad tiene un precio. Si bien pueden estar acostumbrados a ello, muchos obsesivos sufren. Porque no pueden demostrar sus sentimientos o confiar en alguien (ni siquiera en las personas más queridas), y el resultado es que viven con la escalofriante sensación de encontrarse absolutamente solos.
Muchas personas obsesivas padecen la interminable agonía de tener que hacerlo todo bien, un imperativo innecesario que puede estropear la actividad más agradable. El miedo al desconcierto, a la confusión y a parecer menos perfectos suele impedirles emprender nuevas tareas.
Se debaten todos los días bajo el peso de un vasto reglamento interno, de un intenso sentimiento del deber, de la responsabilidad y la justicia. La mayoría de los obsesivos no disfrutan de las alegrías del momento; para ellos, el presente casi no existe. Aun en el tiempo libre, muchos no pueden relajarse totalmente, ni tan siquiera divertirse. De hecho, nunca “desconectan” del todo: las preocupaciones los acosan mientras van esforzadamente por la vida haciendo las cosas “bien” y esperando que la preocupación, la diligencia y el sacrificio den sus frutos… algún día.

“Nadie puede volver a vivir la parte de su existencia que ya pasó. Pero si alguien es un obsesivo, y sufre, puede cambiar su futuro y obtener más placer y realización personal”

A continuación veremos una carta real de una persona de 75 años.


SI VOLVIERA A VIVIR

La próxima vez me gustaría cometer más errores. Me relajaría. Sería más espontánea. No sería lo tonta que he sido. Me tomaría menos cosas en serio. Correría más riesgos. Escalaría más montañas y atravesaría a nado más ríos. Comería más helados y menos guisantes. Tal vez tendría más problemas reales, pero menos imaginarios. Así es, soy una de esas personas que viven sensata y saludablemente hora tras hora y día tras día. He pasado muy buenos momentos, desde luego, y si pudiera volver a empezar pasaría muchos más. En realidad, buscaría sólo buenos momentos. Tan sólo momentos, uno tras otro, en lugar de vivir siempre para dentro de unos años. He sido una de esas personas que nunca salen sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un impermeable y un paracaídas. Si tuviera que volver a empezar, viajaría por la vida con menos equipaje.
 
Antiguo 20-oct-2006  

LA verdad es que es una putada ser perfecccionista, pero hay que luchar contra ello
 
Antiguo 20-oct-2006  

Cita:
Iniciado por superviviente
Me siento tan perfeccionista como imperfecto
es que ese es precisamente el perfeccionismo que al exigirnos tanto todo nos parece imperfectos y sobre todo nosotros mismos, de ahi nuestra baja autoestima a pesar de intentar hacer las cosas perfectas
 
Antiguo 20-oct-2006  

Gran artículo aranchita.
El perfeccionismo está ligado para mi al autocontrol y a la preocupación.
Soy de establecer un orden en mi desiquilibrio y en mi caos, un orden de tareas a realizar, de estructurar rutinas; pero no ligo al perfeccionismo, lo ligo a la claridad y algo más pragmático, más vivencial.
Me gusta de vez en cuadno el rídiculo (la imperfección en su mayor exposición).

Ahora los medios nos venden a los exitosos, a los jugadores que ganan a otros, porque hacen más perfectibles las cosas; a los grandes artistas que cuidadn al máximo detalle su estetica, su sonido, su voz y coreografias ( vease R. Willians, Shakira, Diego Torres, para decir alguno).

Sin duda ser perfeccionista es muy complejo y dificil de llevar y estoy de acuerdo con la carta del hombre de 75 años, a veces perdemos el tiempo en tantas boludeces perfeccionistas.
 
Respuesta


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