Reza el dicho que la esperanza es lo último que se pierde y ese es el clavo ardiendo al que muchos nos hemos agarrado todo este tiempo por creer que es posible (ahora que es famoso eso de
"yes, we can") salir del pozo de amargura y aislamiento que ha inundado nuestra existencia. Aunque solamente fuera puro instinto de supervivencia. Sin embargo, la cruda realidad da unos zarpazos tan fuertes que consiguen que desistas de asir ningún clavo y decidir mandarlo todo al cuerno.
Hasta hace unos días estaba con ese estado de ánimo que muchos reconocen como propio, lleno de altibajos momentos de ilusión y otros de tristeza. Me había conjurado para vencer de una vez este negativismo que tanto me ha anulado como individuo. Pero, porque la vida es así y no hay otra posible lectura ni interpretación, todas mis ganas se desvanecieron cuando recibo una llamada. Me comunican que la persona a la que más he querido, con la que más he compartido (incluida esta **** enfermedad), con la que llegué a pensar un futuro en común..falleció. Imagínense, me quedé helado, petrificado, sin poder reaccionar. ¿Cómo que sin poder reaccionar?, ¡Claro que lo hice!, pero lleno de amargura y ansiedad. Tanta que me tuve que ingresar por el horror de la noticia.
Recogí mis cosas desde Madrid y me regresé a mi tierra natal cuando me dieron el alta, pero con la misma sensación de angustia y lamento. Cualquier llamamiento a la calma ha sido inútil. El despropósito se ha adueñado de mí y ha venido para no volver. Soy tan cobarde y miserable que ni siquiera pude ir al funeral de esa persona con la que tanto compartí, por miedo, porque ahora tengo miedo de todo y de todos. No logro entender porque esa crueldad, porque esa saña, porque siempre la desgracia toca en la misma puerta.
Desde aquella infausta noche no puedo dormir, no paro de rememorar imágenes en mi cabeza, no paro de escuchar voces, no puedo resistirme a desear que esto acabe para mí también. Hacía meses que no hablábamos y la última vez no fue muy agradable que digamos. Yo intenté que dejara de cerrarse y ella insistía en mi error, en que no era más que, recordando al célebre
Voltaire, no era más que un cándido, muy inocente para la realidad que me esperaba. Fue fuente de mucho dolor, pero también de mucho amor y cariño. Empero, ahora que sé que, definitivamente, ya no está, me siento totalmente vacío y solo. Y lo que es peor, no le encuentro sentido a esta vida que condena a los mejores y mantiene a los mezquinos.
Carl Jung ya lo dijo
"una persona puede soportar una vida llena de malos momentos, pero nunca una que no tenga sentido". El dolor no puede ser gratuito.
Hace unos meses me preguntaba en este mismo foro, sobre qué pensaríamos si no hubiera una salida, ahora descubro con estupor la respuesta. Si quien es más valiente y valioso no ha dado con ella, yo, INÚTIL, menos. Y, además, se me han quitado las ganas. No soy creyente, pero si lo fuera me gustaría que ese ser tan magnánimo que la inmensa mayoría de la humanidad venera me respondiera a esta sencilla pregunta, ¿POR QUÉ??? Yo no lo sé, pero empiezo a intuirlo y la verdad, da asco y pena, mucha pena
PD: Dedicado a ti, donde quiera que estés...