Hay ocasiones en la vida en que a uno le entra un sentimiento de vacío. ¿Lo han notado?, ¿lo sienten habitualmente?. Es como si nada tuviera sentido, como si la desgana y la falta de ánimos hubieran depositado sus crueles garras sobre tus hombros.
Nadie a quien acudir, nadie con quien hablar, nadie que te pueda calmar tus ansias de dolor inmenso. El silencio es la única respuesta ante tanta inquietud. Por no haber no hay ni ganas de llorar, pero si de comunicar y, sin embargo, no se puede. ¿Por qué frustrarse?, uno ya ha aprendido que esta es la realidad a la que se debe adaptar por muy molesta que suponga. Además, ¿quién va a entender nada de lo que dices ni de lo que escribes?, somos seres encapsulados en nuestra propia urna y en contadas ocasiones salimos al exterior a mostrarnos tal y como somos. Yo el primero.
Tanta gente, tan poca gente...cuanto más gente hay mas solo me encuentro, ¿tiene algún sentido?, ¿es este nuestro destino?, ¿por qué molestarse tanto entonces si ya está definido?
¡Menuda ironía!, amargándonos por algo que sabemos tendrá el mismo final para todos, ¿no será mejor disfrutar con lo que nos quede?. Ese pequeño paseo, esa puesta de sol, ese aclarecer, esa canción que tanto nos gusta, ese programa de televisión que no saca una sonrisa, esa película que nos emociona, ese manjar de dioses que puede ser un simple desayuno, ese sueño reparador, ese libro que tenemos arrinconado, este foro donde uno puede escribir nimiedades como estas...
El vacío no se puede llenar con nada de lo antes mencionado, a lo mejor porque no nos podemos saciar con lo mínimo y estamos pidiendo, quien sabe si exigiendo, cosas que no están a nuestro alcance. Por eso este sentimiento, por eso esta desazón, por alcanzar las estrellas que están en el cielo desde aquí en lo más profundo del subsuelo existencial.