Recuerdo que, con 16 años, me obsesioné absurdamente con la idea de que tenía un tumor cerebral. Le imploré a mi madre que me acompañara al médico, y ella, elevando los ojos al cielo en demanda de paciencia, accedió.
Al final, el galeno me dijo que no tenía ningún mal (por lo menos de esa índole, vaya :P), y me quedé tranquila por unos instantes; pero luego me sobrevino la idea de que podría haberse equivocado en el diagnóstico... Y ya caí otra vez en el pozo obsesivo.
Pero vamos, que ya está superado. Son etapas hipocondríacas que le zumban a uno el cráneo de vez en cuando.
Venga, ánimo, que ya verás que en tu caso tampoco es nada