Ya me imagino a una caterva de ochenta académicos sesudos especulando qué demonios es lo que trataba de decir la famosa Amanda Baggs. Para mear y no echar ni gota.
Yo no elegí mi sexualidad ni nadie del ancho mundo, que yo sepa. Eso no significa que ahora vayamos a permutar los condicionantes genéticos a nuestro antojo y nos convirtamos en mujeres para hacer macramé los jueves por la tarde y en hombres para ir de vermouth al bareto de elección los domingos por la mañana.
Se nos ha dado una imagen (interesada) de que todos valemos para todo, de que las funciones y los papeles nos los asignamos a voluntad y de que somos una especie de células madre plenipotenciarias que servimos lo mismo para un roto que para un descosido. Pues no, señores, si nacimos hombres (y se nos educó como hombres) existirán un grupo de competencias, conocimientos y habilidades que, desgraciadamente, no adquiriremos en nuestra vida madura. Se trata, pura y llanamente, de reparto de roles y no tienen que ser estrictamente los mismos para todos.
A mí por ejemplo me encanta cocinar, odio el fútbol y no me conozco los coches que aparecen en revistas como Autobild (de hecho no sé siquiera si esa revista tiene equivalente española). Soy un hombre, eso queda claro, pero igual tengo unas inclinaciones diferenciales que el hombre estándar no posee. Es que el sexo no es una dicotomía de blancos y negros. Hay todo un arco iris de variación, así como existen hombres que por su voz dirías que son homosexuales y luego te das la sorpresa de que están casados... aunque bien pensado, eso no dice mucho... En fin, eso es otra historia.
¡Fabríquese su propio barón Ashler en casa! ¡Se meará en la taza del vater pero lo hará sentado (?)! ¡Sacará al perrito a pasear y a la vuelta se tomará un carajillo! ¡Le hará un arroz con leche al son de Bruce Springsteen!
¡El milagro de la ciencia hecho realidad!
Lo que trato de decir es que el mito de que la mujer moderna ahora deba arrogarse de TODOS los roles masculinos de que ayer disfrutábamos nosotros sólo por el hecho de que es madre soltera porque eligió a un irresponsable por pareja, no le convierte instantáneamente en una Superwoman. Muy al contrario, como vemos más que a menudo, la crianza de un hijo es cosa compleja como para no requerir la mayor de las participaciones, ya sea por parte de la familia extensa, los abuelos o un nuevo noviete con mayor implicación.
No todos valemos para todo pero eso no significa que debamos seguir cumpliendo a rajatabla el previsible protocolo del Ken y la Barbie de los años 60. Como siempre, sigo la máxima aristotélica de "En el medio está la virtud". Afortunadamente, habrá hombres y mujeres para rato. El día que vea que se pueda elegir elegir a la carta el sexo de la criatura después del nacimiento, por puro capricho, bien mediante cirugía, métodos de adiestramiento o inyección de hormonas, ese día diré "que paren el planeta, que me marcho en esta parada".