Me levanto bien temprano de la tumba, les doy de comer a los gusanos, me tomo un trago de formol, riego las calas, me pongo la mortaja nueva y salgo a caminar por las calles del nekroterio.
En el velatorio de la esquina me compro un requiem para ver las noticias muertas de ayer, me subo al cortejo fúnebre para viajar entre fantasmas de hediondos cadáveres, de clones de personas muertas hace muchísimo tiempo, viejas nacidas muertas y fallecidas, niños recién nacidos, como cadáveres fluorescentes.
Me bajo en la esquina de la morgue, marco tarjeta en el osario común, me voy a abrir los cadáveres de todos los días, como hacen mis compañeros de trabajo.
A las seis de la tarde , cuando suena el lobizón de salida me voy al vasquidografo a que me chupen el cerebro con imágenes o me voy con unos compañeros muertos al nicho de la esquina a tomar unos tragos de formol, y a tener recuerdos muertos de nuestra vida nunca nacida.
al anochecer, bien tarde, regreso triste y solitario a mi tumba, me acuesto entre los gusanos, me acomodo en mi ataúd y sueño que quizás mañana haya un momento de vida...
Enrique Symns, "la muerte"