A los 12 años comencé con la bendita fechoría de escaparme de clases o pasar de largo de la escuela ciertos días

. En ese entonces no hacía más que decirle a mis amigos que me esperaran en algún lado y así caminar incesantemente por el centro comercial y luego rumbo a casa. Eran mañanas de otoño ideales para sentirse cómodo y pasear
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; no así en primavera, directamente me daba repelús el calor agobiante, que cuando no asistía, llegaba rápido a casa diciendo que no había clases.
A eso de los 16 ó 17, pocas veces con un grupito de compañeros (más mujeres), una tomaba la iniciativa de decir: "no entremos una mierda"; a lo que nos quedábamos en la plaza de enfrente del colegio consumiendo alguna gaseosa y conversando un poco.
También, cuando habían actos por fechas especiales y salíamos temprano, hacía lo posible por fugarme de la ceremonia bajo el sol: iba al baño, me retiraba el guardapolvos y me lo ataba en el vientre y por encima me ponía el sweter. Creyendo que era un visitante, el portero me abría la puerta
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y salía glorioso del montón de pibes que también intentaban desesperados huir de las ceremonias y no los dejaban.
PD: Ah, y cuando me daba paja tomar el bus, me quedaba durmiendo en mi habitación. A eso de las 12:25 p.m., me ponía el guardapolvo o uniforme y salía rápidamente al patio de casa y me metía al comedor simulando haber llegado.
A pesar de todo, modestia aparte, jamás repetí ningún año y me egresé a los 17.