Tiempo atrás, cuando aún era un niño sobreprotegido por unos padres casi ancianos, desarrollé lo que en este foro tan bien conocéis, "fobia social". Debido a una total falta de habilidades sociales, era incapaz de manejar las situaciones más cotidianas (comprar algo, preguntar por una dirección...) y mucho menos de manejar situaciones menos cotidianas como acercarme a una chica o tomar decisiones importantes (cambiar de ciudad o trabajo).
Tras un largo y angustioso proceso de depresión, tocando fondo varias veces y revolcándome en él, logré salir del pozo por mis propios medios, sin médicos, simplemente porque me dí cuenta de que el tiempo se me estaba escapando, que la vida estaba en otra parte, no en mi piso de treinta metros cuadrados lleno de botellas vacías de whisky y discos de vinilo. Así que me decidí a emprender algo realmente diferente, algo que salvase mi vida del terrible
ennui.
El caso es que durante años he intentado hacer de mi vida una obra maestra sin saber que me estaba equivocando en cada decisión. Avanzaba, o creía avanzar, dejando atrás a todo el que en algún momento decidió regalarme su cariño, ese preciado bien que los humanos rara vez entregan y que yo jamás supe aceptar sin hacer sufrir a la persona en cuestión. Empecinado en crecer como ser humano decidí lanzarme a la aventura que este mundo ofrece, comencé a viajar de aquí para allá, conociendo a gente, realizando proyectos que causaban la admiración de mi círculo de conocidos llevándome cada vez más lejos de mi "zona de confort". Mis habilidades sociales se desarrollaron sobremanera hasta el punto de ser considerado "un seductor" (en sentido amplio, que esto no se entienda mal).
Pero (siempre hay un pero) esta vida, pese a ser teóricamente con la que todos aquí y ahí fuera sueñan, a mí me deja frío. Me gustaría volver atrás, volver a ver a esas personas que abandoné, mirarles a los ojos y decirles "eh, jamás os valoré como os merecíais, lo siento mucho". Pero no puedo, han pasado muchos años, tienen su propia vida encarrilada y yo no sería más que un patético estorbo. En resumen, abandoné a mis pocos (poquísimos) amigos por pensar que encontraría algo mejor más allá, y lo único que encontré fue una (quizá merecida) soledad. Bien por mí.
Hola a todos. Me temo que no puedo decir que es precisamente un placer estar aquí.