Podrías decir muchas cosas. Por ejemplo podrías decir que fuiste raptado por un OVNI y que los extraterrestres experimentaron contigo durante toda una década, sometiéndote, además, a sus voraces instintos sexuales (eso alcanza para amenizar cualquier reunión). También podrías decir que te enclaustraste para meditar, y que pasaste años intentando alcanzar el conocimiento supremo a través de la contemplación prolongada e ininterrumpida de tu ombligo.
Además, podrías decir que te encerraron en una celda solitaria por la veintena de asesinatos que habías cometido, y que los guardias te tenían tanto miedo que, durante años, no se animaron a entrar en tu celda, y que a causa de ello te pasaban la comida (que consistía exclusivamente de pizza) por debajo de la puerta.
Por último, siempre es posible decir que naufragaste en una isla solitaria de la Polinesia, y que en aquella isla tu único amigo era un coco con forma de pelota de volley (o una pelota de volley con forma de coco).
Si ninguna de estas versiones de la historia te satisface podrías contar simplemente la verdad: que tenías fobia-social, es decir miedo a la gente, y que después de algún tiempo lo superaste. No es tan malo.
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