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¿Me acepto como imperfecto?
Estimados compañeros de tribulaciones:
Mi nombre es Pablo, varón de 37 años cuyo rasgo psíquico más patente sería: introversión intelectual: constructo especulativo -extremadamente complejo y epistemológicamente autorrefencial- que podríamos resumir como: la ¿inexorable? apetencia por la soledad introspectiva. ¿Pero amar la soledad implica odiar la compañia? Si en "sociedad", me lo preguntan por primera vez, respondo a la montaignesa: ¿¡Qué sé yo!?; si insisten, como no quiero problemas: No me gusta hablar en público. ¡Miento! Lo que realmente no sabe mi interlocutor es que lo temo de una manera tan instintiva, pulsional y arracional que prefiero practicar meditación vipassana en una cueva (creo que una hazaña hasta para un solitario vocacional) -o "tragarme" la Principia Mathematica de Russell y Whitehead, puff- que llamar la atención de un conjunto indeterminado de potenciales amenazas anímicas. Miedo: miedo a cometer el mínimo error; a no decir lo que es habitual y cotidiano; a que me juzguen negativamente; a confirmar que soy tonto -o que me paso de listo- si hablo, cuando callado soy invisible... Pero aún se avizoran situaciones sociales más perturbadoras: las relaciones eróticas (o al menos sexuadas). Me son arcanos evanescentes e incomprensibles de los que una parte de mí ansía y la otra, la dominante, evita como causas suficientes de sufrimiento innecesario -porque hemos de aceptar que no existe vida humana exenta de algún sufrimiento, nadie se libra... Este estilo expresivo, tan pomposo y pretencioso de suyo, sólo lo empleo por escrito, donde el anonimato mitiga en sumo grado la desazón ante la percepción de la antinomia operante entre la vanidad y la prudencia. Con esto pago holgadamente el tributo de las doscientas palabras que los moderadores, en su nobilísimo celo, han tenido a bien establecer. Saludos. |
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