¡Hola!
¿Os acordáis de aquellos años del Messenger, de los zumbidos, los estados, los emoticonos chorras, los nicknames de colores...?
Os voy a dejar aquí una de mis reflexiones sobre por qué dejé de hablar con gente por Internet. Si le echáis un poco de imaginación, igual también lo podéis aplicar a las relaciones en la vida diaria cambiando la pantalla del ordenador por una persona de verdad frente a vosotros que parece distraída o aburrida.
Una pregunta que me hacía a menudo, era por qué odio hablar por chat con la gente. Y es que creo que estoy tan insegura de mí misma que inconscientemente tengo miedo de que todo lo que diga sea juzgado y tomado para mal, y que el otro invariablemente se ría de mí al otro lado de la línea. Y eso influye también en la torpeza de las conversaciones, seguro.
Gasto muchísimo tiempo pensando y poniéndome nerviosa sobre si lo que voy a decir es correcto o no, sobre si el otro se va a aburrir. Para que eso no suceda, tiendo a centrar la conversación en el otro en la creencia de que si impulso a una persona a hablar de sí misma, la conversación se mantendrá sola y fluirá mejor. Le otorgo más valor a lo que la otra persona pueda estar pensando que a la validez de lo que yo tenga que decir, y una conversación así no se puede mantener.
Desde el principio me atribuyo el éxito o el fracaso de la comunicación en lugar de disfrutar de ella. Antes de empezar a hablar ya estoy con el pensamiento en la cabeza de "por favor que no se aburra y me haga sentir mal, por favor, por favor, tengo que conseguir que se emocione conmigo y me haga la ola". Esto tiene que ver con el exagerado nivel de exigencia que tengo para conmigo misma. Las conversaciones siempre tienen que ser un éxito, y si no lo son, no acepto tenerlas. Supongo que los demás también notan esa tensión, esa presión porque todo salga perfecto, ese blanco y negro que no da lugar a matices.
Yo antes me enfadaba mucho si no me respondían a tiempo en una conversación, porque pensaba que me estaban haciendo un feo. El hecho de que no me dedicasen toda su atención al completo me hacía sentir insegura y me lo tomaba como algo muy personal, como una muestra de terrible descortesía hacia mi persona. Con esto lo que pasaba es que dejé de disfrutar de las conversaciones por chat porque pensaba que me desairaban a propósito, con lo cual me sentía juzgada y comencé a pensar que me ignoraban a propósito porque no me consideraban interesante o digna.
Con lo cual, ya pasé al otro extremo. Como me daba tantísima rabia y me hacía sentir tan jodidamente mal que tardasen en responderme, empecé a esforzarme por hacer que las conversaciones fluyesen tan perfectamente como para que no pudiesen apartar la mirada de mi ventana de conversación y no me dejasen esperando, con la inseguridad carcomiéndome por dentro.
Sin embargo, ese método nunca me funcionó. Tal vez no fuese porque las conversaciones conmigo estaban mal, o porque yo no era "suficiente" para mis interlocutores. Tal vez no fuese porque me juzgaran al otro lado, se rieran de mí y me despreciasen, y me hiciesen esperar a propósito para demostrarme que lo que yo les contaba les parecía mierda.
Tal vez lo que sucediese es que yo no aceptaba no ser el centro de la atención de la otra persona. No aceptaba que esa otra persona a lo mejor estuviese hablando con más gente y tuviese su atención dividida, o que estuviese haciendo otras cosas con el ordenador a la vez que hablaba conmigo.
El hecho de que yo solo me centrase en una persona a la vez me inducía a pensar que la otra persona debía por cojones hacer lo mismo. Como yo soy tímida, me cuesta mucho dar el paso de ponerme a hablar por la gente, y por eso había muy pocos elegidos a los que yo me atreviese a dirigirles la palabra. Y claro, como esos pocos no tenían esa timidez o esos reparos en hablar con más gente o hacer otras cosas mientras conversábamos, yo me lo tomaba fatal. Como una grosería imperdonable hacia mi persona, hacia mí, que me estaba tomando la molestia de dedicarles todo mi tiempo y mi atención, y ellos me pagaban respondiéndome tarde en el chat.
Por tanto, yo nunca era lo suficientemente perfecta como para mantener la atención constante de la otra persona en el chat. Y por tanto, llegué a pensar que soy aburrida y que no sirvo para relacionarme con la gente porque los demás no me reconocen como yo deseo que lo hagan. Pero el fallo está ahí mismo. En que yo espero demasiado. Tengo tantas, tantísimas ganas de reconocimiento y afecto, estoy tan desesperada por que me hagan caso, que me cabreaba muchísimo cuando no recibía exactamente lo que esperaba.
En resumidas cuentas: paranoia, exigencia exagerada y deseo de ser el centro de atención absoluta. Estos son los tres pilares básicos de mi miedo a chatear por internet.
Y ahora es cuando llegamos al precioso apartado de
Soluciones: dejar de buscar la conversación perfecta y de ser el centro de atención de la otra persona y aceptar que a veces la gente tarda en contestar porque está haciendo otra cosa, porque está hablando con otras personas o porque sencillamente en ese momento no le apetece hablar. Que yo me esté muriendo de ganas de entablar una relación íntima y mágica en una sola conversación no significa que a la otra persona también le esté pasando.
También es posible que yo esté tan tensa y tan nerviosa por hacer que el otro hable, que puedo causar el efecto contrario y hacer que se asuste ante tanta insistencia por hablar de sí mismo. No todo el mundo tiene la misma facilidad para hablar de sí mismo, o para llegar a temas transcendentales sobre la vida, el amor y la filosofía, y yo debería respetar eso y apreciar más las charlas ligeras y entretenidas. Sin parecer una desesperada, porque eso asusta. De modo que si uno se relaja y deja de presionar las cosas a la fuerza, todo irá mejor.
Además, a lo mejor a mí no me interesa profundizar en una relación con todo el mundo por defecto. Igual son personas con una vida interior tan rica como la de una almeja, o que tienen una visión del mundo tan radicalmente opuesta a la mía que resulta irreconciliable y acabemos peor. Yo también puedo ser selectiva sobre aquellas cosas sobre las que me apetece o no hablar, también puedo decidir. Estoy segura de que dar más importancia a mi criterio es una buena opción, así me veré más segura, me sentiré más fiel y mejor conmigo misma, y eso el otro seguro que lo notará y lo apreciará.
Asimismo, creo que me convendría mucho, muchísimo, dejar de crear paranoias en mi mente sobre lo que la otra persona estará pensando. Dejar de pensar "no me responde porque pasa de mí porque no me encuentra interesante, le caigo mal" o "no me responde porque se cree mejor que yo y me está dando plantón a propósito para hacerse el guay y hacerme sentir a mí como una mierda".
Ahí queda eso, muchachos