Coincido en que en principio es mejor hacerles ver que se están pasando, de forma pacífica y razonada.
Pero si continúa o, incluso aumenta su actitud agresiva, no queda más remedio que devolverle su propia medicina.
O sea, "prueba en tus propias carnes lo que me estás haciendo, a ver si te gusta".
Triste, pero a menudo no comprendemos el dolor ajeno hasta que lo sentimos (o nos lo hacen sentir a) nosotros.