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Iniciado por Lilica
Sin Cara, creo que la insatisfacción de luna quizás demuestre que pasó al revés, no que un polvo fuera lo único que ella pudiera ofrecer, sino que ese chico lo único que le pudo ofrecer a ella fue un pene. Pero bueno, no me quiero meter en los asuntos de los demás, y prefiero no generalizar.
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No lo dudo. Seguro que él sólo podía ofrecerle un pene. Y a pesar de todo ella se lo tiró. Y luego se quejó de que él sólo buscaba un polvo. Sin embargo, yo no creo que ella fuera tonta. Sin duda sabía perfectamente de antemano lo que podía esperar de él y lo que no, porque él actuó como todos los anteriores, regalándole los oídos, haciéndola creer que ella era especial. Y no, ella no era especial, no más que ninguna otra. Sólo era una de tantas. Pero a ella le gustaba sentirse especial, necesitaba creerlo, le bastaba con que llegase alguien para decírselo, para decirle justo lo que ella esperaba escuchar. Le bastaba con eso, y con su actitud de hombre seguro de sí mismo, con su virilidad y su atractivo masculino, para echar un polvo con él. Porque ella, a fin de cuestas, también buscaba lo mismo. Pero después ella pretendía que surgiese algo más, que no acabase todo en una simple noche de sexo con un pene francotirador. Porque de tanto escucharlo de su boca, y de las bocas de todos los anteriores, había acabado por creérselo de verdad. Había acabado por creerse que, ella sí, era especial, que ella merecía algo más. Que merecía un trato privilegiado, que por ella él cambiaría, que se olvidaría de las otras y se le entregaría en exclusiva, fielmente, para siempre. Pretendía amaestrar a un lobo nocturno y solitario para convertirlo en un perrito faldero. Y fracasó. Como fracasó con todos los anteriores. Todos ellos únicamente podían ofrecerle un polvo, ella lo sabía, y aceptó. Aceptó las condiciones siempre. Podría haberles reprochado que follasen mal, que no le hiciesen sexo oral, que no supieran encontrar el clítoris, o que no le hubiesen proporcionado ningún orgasmo. Pero lo que no podía exigirles era más de lo que ya sabía que iban a darle. Ninguno le prometió jamás otra cosa.