«Como [los niños] tienen pocos marcos de referencia fuera de la familia, las cosas que aprenden en casa, tanto sobre sí mismos como sobre los demás, se convierten en verdades universales que se les graban profundamente.» (Dra. Susan Forward.)
Los padres dan forma a la idea que el niño tiene de sí mismo y del mundo.
Ocurre con mucha frecuencia que las impresiones que se graban en la mente y el corazón de un niño proceden de padres que lo maltratan. El maltrato emocional, físico o sexual crea patrones de pensamiento deformados, que se arraigan con fuerza y resultan difíciles de cambiar.
Los abusos sexuales pueden deformar por completo la visión que el niño tenga de la vida. «Cualquier adulto que haya sido agredido sexualmente de niño, arrastra desde entonces profundos sentimientos de una inadaptación irremediable y
se considera indigno y perverso», escribe la Dra. Susan Forward.
El incesto del que una tal Connie fue víctima creó en ella una imagen deformada de sí misma que cristalizó en su vida adulta: «todavía pienso muchas veces que la gente puede mirarme
por dentro, y que ve lo
repugnante que soy».
Pero no es necesario llegar al abuso físico o sexual para marcar al chico a fuego. Freud bien hace referencia a que, por ejemplo, «la mujer no satisfecha por su marido y a consecuencia de ello neurótica, hace objeto a sus hijos de una exagerada ternura, atormentada por constantes zozobras, pues concentra en ellos su necesidad de amor y despierta en ellos una prematura madurez sexual; por otro lado, el desacuerdo reinante entre los padres excita la vida sentimental del niño y le hace experimentar, ya en la más tierna edad, amor, odio y celos; luego, la severa educación, que no tolera actividad alguna a esta vida sexual tan tempranamente despertada, interviene como poder represor, y el conflicto surgido así en edad tan tierna del sujeto integra todos los factores precisos para la causación de una nerviosidad que probablemente ya no le abandonará en toda su vida».
Y hay incluso padres que directamente empiezan a hacer mal las cosas ya antes de la concepción misma, puesto que no solo no están preparados para la paternidad, sino que conciben por los motivos equivocados. Coping With Teenage Depression (Cómo tratar con la depresión en la adolescencia) considera el caso de los que practican el amor libre o la promiscuidad sexual «para disipar sentimientos de depresión, aumentar el amor propio [imaginándose que alguien los quiere], conseguir intimidad y, con la preñez,
ganar el amor y la aceptación incondicional de otro ser humano... un bebé».
Es cierto que lo que se aprende se puede desaprender; de ello dan testimonio los innumerables sobrevivientes que se han recuperado de los maltratos recibidos durante la infancia. Pero es mucho mejor si los padres reconocen que,
desde el momento en que su hijo nace, ellos están moldeando gran parte del concepto que el niño tendrá
de sí mismo y del mundo. El bienestar físico y emocional de un niño está, pues, principalmente en manos de sus padres.