Me despierto antes de las 8. Hago mi cama, me doy una ducha, hago el desayuno. Iría a la panadería, pero no soporto la idea de la calle llena de resacosos que se creen que tienen gracia. Va otra persona en mi lugar. Hace bueno, veraniego. Me gustaría que descargara una tormenta de tres pares para no sentirme culpable de estar encerrada sin aprovechar el buen tiempo, pero no me apetece ir a ningún lado. También soy incapaz de conducir, pero más bien porque al verlo peligroso (que lo es) no practico y soy torpe. Sé que al final me arrastrarán a dar un paseo a algún lado. No lo disfrutaré, pero sé que me convienen el sol y el aire.
Y lo encuentro todo indigno de mi edad, y no me educaron para esto. Pero así son las cosas, yo no las he buscado.
Sí, si me obligo puedo ir a cualquier parte. Pero si empiezo por obligarme, ya no puedo hablar de actividades de ocio y disfrute. Ya me obligo bastante a ir a trabajar, al banco, a Hacienda, a recados que no me apetece hacer...
Lo más divertido es que llegará la tarde y me entrará la mala leche pre-lunes, no quiero que llegue el lunes.