No sé por qué se arma revuelo cuando alguien expresa odio y se asume como aceptable la demostración de amor
. Son dos sentimientos tan naturales a la par que intrincados; a ciencia cierta no podemos inferir cuándo empieza uno, acabando el otro. Sin embargo, se estigmatiza al primero y se ensalza al segundo, sin pararnos a reflexionar.
El odio es un instrumento de defensa bastante efectivo e, incluso, constituye un eje vertebrador para la personalidad si lo sabemos canalizar. Aunque estuviera lejos de sus intenciones, algún interviniente ha sugerido que el odiar a los demás sería una manera de camuflar el odio por uno mismo. La originalidad y validez de tal aserto son homogéneos a no bañarse nunca antes de dos después de haber comido
. Odiar a los demás es una respuesta ante la agresión de una diversidad de personas a lo largo del tiempo. ¿Es lícito moralmente involucrar a todo el género humano por la acción de unos cuantos? Probablemente no, aunque tampoco es descabellado si se hace un análisis antropológico riguroso.
No es fácil odiar. Desde luego para la mayoría de los mortales no lo es. Si te haces un experto es por feraces razones, imposibles de eludir.
Te odio, profundamente, te odio .