Mi despertar sexual fue bastante tardío, dedicando la mayor parte del tiempo ocioso de mi infancia a jugar, romper cosas, y contemplar esa máquina alienadora a la que algunos suelen llamar televisión. Lo único para lo que me acercaba a las niñas era para gastarles alguna broma. Hasta que aparecieron ellas…
Se trataba de un par de jóvenes universitarias que habían alquilado el piso de al lado. Es entonces cuando me empecé a notar más inquieto con respecto a las señoras. No debería contar esto, pero… qué demonios!! comencé a espiarlas a través de mi ventana, por lo que prácticamente descubrí la sexualidad y el “voyeurismo” al mismo tiempo. Estaba deseando regresar del cole para ir a mi cuarto a ver si ese día tocaba muslo o pechuga.
Hasta que un día, a pesar de mis precauciones para ver sin ser visto, una de ellas que ya estaba en sujetador me dirigió una mirada, lo cual hizo que yo disimulase intentando aparentar que estaba limpiando el polvo (una cosa muy normal en un niño).
Pero creo que no se lo tomó a mal, porque al día siguiente la vi en el ascensor y me dedicó una pícara sonrisilla.