Aquí todo Cristo es pacifista hasta que va al supermercado. Allí, como quien no quiere la cosa, se compra el producto de mejor calidad-precio, y al final de la cadena comercial, recompensa a los peores políticos, sicarios, capataces, etc. , sin cuya ayuda indispensable sería imposible concentrar el negocio en manos de cuatro ricachones y obtener un producto tan barato. Estos a su vez, oportunistas de un status quo decidido en una guerra, hace 10 o hace 50 años, de la que el pijo del smarphone con Bluetooth y Bramenauer no quiere saber nada.
Por cierto, a mí que no me confundan con ningún perro fascista. Los fascistas son otros.
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