El título es suficientemente directo y claro. Tras unos leves intentos por reconciliarme con algún espécimen del género humano, mi condición me lleva - la cabra siempre tira al monte
- a buscar el alejamiento. Debería impetrar a la justicia a que me otorgara una orden de alejamiento absoluta sobre cualquier humano en un radio no inferior a 50 km
.
Me veo con una chavala, de quien he escrito varias veces en este lugar y espero sea la última, y, de pronto, protagonizamos una escena digna de una película de
Ingmar Berman, un auténtica representación de la incomunicación, del deseo de no entenderse. Aunque, para mí y lo pensé en su momento, no puedo evitar que mi mente recuerde al nihilista
Evgueni Bazárov y la melancólica
Anna Odintsova durante sus diálogos en
Padres e Hijos. Él, no acepta sus sentimientos; ella, no comprende por qué él la abandona, cuál es la razón de no permitir una amistad entre ellos.
¿Somos tan diferentes?,
¿Acaso no me ves sufrir?,
¡Te cierras en banda!, Vives lleno de prejuicios,
¿Sólo esa chica podía entenderte?, ¿Yo seguro que no? Me subestimas y haces daño. Cosas así me dijo
. Todo por no sentirme cómodo con su plan de actividades: el cine, lo soporté; cenar, un poco menos; entrar a una disco, fue superior a mí.
Con mi actitud, testarudamente pasiva, le comenté que seguro puede salir con otra gente más divertida que yo. Fue el inicio de la diatriba. Mis esfuerzos por no hacerme comprender, por verme distinto, desterrado de mi lugar natural. Y ella soportando estoicamente mi estilo taciturno.
No eres el único que lo ha pasado mal, este comentario me hizo mucho daño porque viene a recalcar un egoísmo por mi parte, pero, ¿por qué debemos ser desprendidos? Ni lo entiendo, ni me lo explican
.
Estaba deseando que me diese otro guantazo, despedirme de malas formas y hasta aquí hemos llegado. No obstante, es condenadamente buena persona, pese a no querer integrarla en mi mundo. Es como si se hubiese puesto un reto de hacerme cambiar, sí o sí. ¿Por qué?, ¿Tan agradecida está a mí por unas palabras de aliento? Pese a ponerle de mal humor, en una noche donde se lo estaba pasando bien, tras una época donde los nubarrones sobrevolaron su alma, no se quedó tranquila hasta perforarme los oídos con sus palabras, que retumbaran dentro de mí. Y me abrazó cuando me despedía ofreciéndole la mano.
Ahora, cabréate, piensa de mí lo peor. Eres tan listo como tonto.
Conclusión:
esto es la fobia social. Acabas por desear que todos los que te rodean, te rehúyan. Así te es más fácil rehuir. Si me golpean identifico mis sentimientos, si me abrazan, siento mi muralla ser destruida por
un Caballo de Troya.