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Antiguo 02-nov-2010  

En busca de cosas nuevas, ese fue mi objetivo cuando salí de Pestalozzi. Creía que el pasado nunca se volvería a repetir, que iba a sentirme al fin aceptado por un grupo. Tenía varios objetivos.

1. Hacer nuevos amigos.
2. Tener novia.
3. Superar mis miedos.

Mmm… debo empezar diciendo que ninguno se cumplió. El primer año, 8º, fue una mierda. Me hice amigo de todas las niñas del salón, con el objetivo de conseguir novia. No me declare a ninguna, aun no me enamoraba. Con los manes del salón creí que me la llevaría igual que con los de Pestalozzi… fue así por un rato. A veces las niñas eran muy… infantiles, estúpidas, bobas… así que me mantenía solo en los descansos y para cosas del colegio, me juntaba con ellas. Quería “integrarme” al grupo. No eran ni tan mala gente… solo que yo tenía que “adaptarme”.

El año siguiente, en 9º, conocí a un man a quien yo lo llamaba por su apellido, Arrazola. El entró el mismo año que yo, pero no llegamos a hablar cuando él empezó a joderme y yo lo hice ir a rectoría junto con medio salón. Nunca me hacia amigo de alguien que me jodia. Tal vez era la desesperación de sentirme vulnerable, porque con las niñas no me sentía protegido, y lo que yo buscaba era seguridad. Con el creí encontrarla, además de que por medio de su amistad podría integrarme con el resto del salón.

En estos dos años allá, la soledad me hacía daño, ya que con Arrazola, a pesar de sentirme protegido, no era exactamente un amigo, solo era alguien con quien pasar el rato en el colegio. Tuve que ir a un sicólogo, algo andaba mal. Le comente lo de mi historia en los colegios y después llegamos a hablar de mi familia. Deje de ir después de que hice llorar a mi papá y que mi mamá me dijera que ya lo del divorcio lo había superado…

Siempre desee dejar todo, dejar a mi familia, al colegio, todo, para empezar una nueva vida. Comencé a callarme. Ya no le contaba mis cosas a gente de confianza. No valía la pena. Comencé a armar un muro de silencio. No fue fácil, a veces no me aguantaba y tenía que ir corriendo a contarle a alguien lo que me pasaba. Incluso trate de callar mis emociones, lo que resultaba peor de contener.

Y había surgido otro problema que creí olvidado: mi sexualidad.

Y en todo este remolino ese ingrediente fue el que lo hizo girar más rápido. Me deprimía por creer que era gay. Me hacía sentir más inseguro de lo que ya era. Sentía mucha ira. Le echaba la culpa a mi mamá por cómo me crió, o por el simple hecho de haber sido criado en una casa donde no había ninguna presencia masculina. Pero nada podía satisfacer mi odio… odio por mí mismo, por ser así. Me empecé a cortar el brazo izquierdo, justo por la parte donde tapa la manga de una camiseta normal…

En 9º tuve varias peleas con las niñas. Arrazola mantenía criticándolas y yo no decía nada. La verdad es que Arrazola criticaba a todo el mundo… ¿cómo podía ser ese disque mi “puente” para llegar a los del salón si él los mantenía criticando? Yo no me quedaba atrás. Yo también empecé a criticar y a burlarme de los demás. El y yo nos convertimos en los rechazados del salón. Ya no era amigo de las niñas entonces.

Un día me enamore de una niña llamada Catalina, mi tercer amor. Me gustaba, nunca me declare, pero ella se dio cuenta porque yo la mantenía mirando. Ese año no me invito a sus quince, y me sentí estúpido. Dejándola a ella a un lado, me llego una oportunidad dorada.

Ana María se llamaba, mi cuarto amor. Era un año menor que yo en el colegio. Me miraba constantemente, casi que me violaba. Era muy linda, a pesar de que los demás decían que era muy perra. Tenía novio en 11º, pero eso no impedía que su mirada se posara sobre mí. Me conseguí su correo y le comencé a hablar. Una vez la salude en el colegio y bueno hablamos un poco. Pero con lo de la confusión y la etapa entrante a la depresión, todo se derrumbo. Primero creí que no era lo suficientemente “hombre” para ella. Luego que éramos muy diferentes y que eso no duraría. Y se lo hice saber… de manera indirecta. Pero un día ella se fue sin terminar el año y nunca la volví a ver… pude haberla buscado, pero no quise…

Hasta hoy me arrepiento de haber hecho lo que hice…

Ese año mi papá nos invito a mi hermana y a mí a Santa Marta, a pasar el diciembre allá. Fueron las peores vacaciones de mi vida. Conocí a mi papa a fondo… y lo que vi me decepciono. Mi hermana también se decepciono. Nunca había visto esa expresión en su cara.

Llegó 10º. Ya tenía conciencia de que mi vida podía terminar en el suicidio. No quería ver más a Arrazola, ya no quería su protección, ya no la necesitaba. Como no la necesitaba, comencé a andar solo otra vez. Pero poco a poco le fui volviendo a hablar, pero ya no criticábamos tanto. Este año pude integrarme mejor al grupo, incluso me invitaron a unos quinces, donde me emborrache, ya que no estoy acostumbrado a tomar alcohol. En ese año fue que acepte mi sexualidad. Me dije a mi mismo que ya no valía la pena luchar contra eso, que ni siquiera el sicólogo al que fui le pareció algo malo, no, todo estaba bien.

Ignore mis deseos de morir por un rato, hasta que mi familia descubrió mi sexualidad. Por accidente había dejado una página porno gay abierta y me fui a contestar el teléfono. Una tía llego y se sentó en el computador y vio todo. Todavía tengo grabado en mi mente esa sonrisa depravada cuando de seguro vio a dos tipos dándose por el culo.

Ese día fue la cúspide de la escala de las vergüenzas. Me odie, me llame estúpido, me metí a la ducha y me corte con todas mis fuerzas. Me hice mera rajada. Sangro mucho, como por 15 minutos.

Me sentía bastante estresado por lo ocurrido. Siempre había dormido en el mismo cuarto que mi mamá y mi hermana. Con toda esta barrera de frialdad, la tensión entre mi mamá y yo crecía. Un día mientras peleábamos la empuje. Después de ese día me metieron a un cuarto solo. Nunca me he disculpado con ella. Allí estaba en completa soledad. A veces me sentía el rechazado de mi casa… pero yo ya no confiaba en nadie.

Mis cortadas salieron a la luz. Mis compañeros se dieron cuenta cuando en clase de educación física me alzaron la manga y vieron una rajada abierta. Humillación, mucha. En mi casa también se dieron cuenta… yo le dije a mi mamá en un ataque de ira. También, si no me desahogaba con una cuchilla, tenía un cuaderno lleno de poemas, en donde había uno para cada momento de mi vida. Había muchos sobre tristeza y odio. Otros sobre amor, dedicados a Ana cuando sucedió, ah, y uno a Catalina, que puedo decir que fue uno de los mejores poemas. Incluso había uno que, sin darme cuenta, predecía el futuro.

Creo que era más o menos así:

Amigo

Sé que pasas muchas tormentas…
Igual que yo…
Sé que no hay nadie, que estas solo…
Igual que yo...

Cuando lo hice pensé en alguien específicamente, aunque hasta ahora no me había dado cuenta conscientemente. Era un man un año menor que yo. Se llamaba Andrés Felipe igual que yo. Puedo decir que desde que lo vi algo raro paso. Cuando estaba en 8º y andaba solo en descanso, a su grupo de amigos le dio por joderme la vida, pero no duro mucho, porque corrí a sapiar. No podía dejar de sentir cierta curiosidad por estos babosos, es decir, no sé, como que había algo allí que yo tenía que ver. En 9º él estaba hablando ahí con Arrazola y me vio, noto mi incomodidad, y me dio la mano. Cuando yo se la iba a dar para no ser disque “mal educado”, la quitó a la milésima de segundo. Lo mire feo, pero volvió a ofrecer su mano y bueno, ahí si no la quitó. Me pareció raro lo que paso después. Sentía mi mano muy caliente y llena de hormigas. Estaba temblando sin razón. Pero lo ignore y seguí mi camino.

Destruí el cuaderno de poemas. Sentí que alguien de mi casa lo había leído. De ahí en adelante todo poema que hacia lo destruía. No solo por el miedo a que alguien lo leyera, sino también porque ya se me hacia estúpido escribir la misma mierda depresiva una y otra vez.

Incluso los poemas que hacía en los foros, también destruí.

Decimo iba a terminar. Ana se había ido a finales de 9º, y yo no había superado la culpa. Pero comenzaron las miradas mudas otra vez, sin que yo me diera cuenta. Aquí es donde el poema se hace realidad y se hace presente mi quinto y último amor. Lo hice pensado en el por su historia, por lo que había escuchado de en los rumores. Todo lo que yo sabía lo conto una tía que es profesora allá. Decía que ese man era el diablo, que era grosero y que por eso había perdido el año. Que era culpa de la mamá, que también era profesora de allá, porque ella le pegaba. No sé, sentí una especie de conexión y cree el poema…

Y las miradas comenzaron sin querer. No estuve consciente, incluso mi corazón se aceleraba cada vez que él se asomaba. En las escaleras, en descanso, por donde fuera nos encontrábamos. Hasta que un día el toco mi espalda para llamar mi atención… no sabía que era él hasta que mire al lado mío y prácticamente salí corriendo. No soportaba esa emoción… me golpeaba constantemente. Me sentía débil, como si no estuvieran las barreras del silencio y me hubiera quedado sin defensas.

Llegaron las vacaciones. Y en mi mente estaba su imagen. Pasaba mucho tiempo en mi cuarto a solas, no había mucho con que distraerme. A mi familia le dio por ir a pasear a Cisneros, un pueblo a tres horas de Medellín. Estaba aburrido, extremadamente, ya las salidas en familia no eran como antes. Pensaba que sería mejor el viaje si de pronto me lo encontrara allá. Y me lo encontré. Mi tía lo vio y dijo “Andrés mira allá, es el hijo de Ángela, ¿lo conoces?” no lo creía, se me había cumplido el deseo de verlo. Paso el puente hacia donde estaba yo. Venía acompañado por otro man, así que nos miramos y ya. Y así pase las vacaciones, con el mi cabeza reinando… me hacia olvidar del suicidio, de lo mal que me sentía.

11º llegó. Era ya mi último año. A pesar de que andaba algo distraído con el amor, sabía que este año no me iba a graduar. A principio de año el y yo nos seguimos mirando. Pero yo no estaba del todo dispuesto, aun pensaba en lo de que paso con Ana, que por culpa de esta depresión yo dije que no. Escribí un poema en un foro gay donde contaba lo que había pasado con él y donde al final decía algo para lo que yo no estaba listo “si deseo que pase, antes de perderme en este laberinto”. Lo escribí en las vacaciones de semana santa. Lo que no sabía era que después de eso él se me acercaría e intentaría hablar conmigo. Me dijo “oe” y me toco la espalda. Yo voltee y reaccione a la milésima de segundo. Seguí mi camino…

Fue el miedo, fue la depresión… no se que fue, pero mi respuesta fue “no”. Me sigo arrepintiendo por ello, y desde ese día le rogué al cielo que me diera otra oportunidad… que por favor no se perdiera en el olvido…

Mi familia y yo, eso ya no existe. Este año todo se enfrió… ya quede en soledad. Creí que estaba deprimido por el presente, pero si me hubiera olvidado el pasado, tal vez mi presente hubiera sido otro…
 
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